La música
La música fluye por mis venas. Cada
vez que escucho un violín, un piano, o cualquier otro instrumento que me guste,
mi oídos se agudizan, mi mente se transporta a un lugar inventado por mi
cerebro, acompañado por el son de la melodía. Cada vez que toco el violín me
pasa lo mismo, me imagino a mí misma, de mayor, en un concierto, todas las
personas mirándome, pero yo olvidándome de todas las decenas de ojos que me
observan, esperando a que cometa el más mínimo error para decir que soy una
pésima violinista. Pero yo me vuelvo a teletransportar, me dejo llevar por la
música, las personas que me miran ya no existen, yo toco como si nada,
sintiéndome libre, liberando todos mis pensamientos y preocupaciones. Y cuando
termino, siento una sensación que recorre todo mi cuerpo, esa sensación que me
invade por dentro, que significa que me he quitado todo el peso y la presión de
encima, esa sensación de liberación. He hecho un buen trabajo, pienso, porque
todas las caras me miran sonrientes, dando fuertes aplausos para demostrar su
admiración sobre mí. Los nervios que sientes al principio se desvanecen cuando
te dejas llevar por la música. Ya no te tiemblan las manos, eso hace que
produzcas un bello sonido que los espectadores disfrutan.
Eso es lo que siento yo cada vez que toco en un concierto. Si vosotros también os sentís así, es que la música es vuestra vida y vuestra vocación. Porque no sólo se te tiene que dar bien, también lo tienes que disfrutar. Y si lo disfrutas, ya sabes, que con esfuerzo, esmero y dedicación, llegarás muy lejos.
Eso es lo que siento yo cada vez que toco en un concierto. Si vosotros también os sentís así, es que la música es vuestra vida y vuestra vocación. Porque no sólo se te tiene que dar bien, también lo tienes que disfrutar. Y si lo disfrutas, ya sabes, que con esfuerzo, esmero y dedicación, llegarás muy lejos.
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