Llegamos
en cinco minutos, que se me hicieron eternos, y nos recibió una chica rubia,
con pantalones y botas de montar. Me dijo:
-Hola, peque, ¿preparada para
montar? –No me gustaba que me llamaran peque, pero intenté ser amable porque
quería empezar ya.
-Sí. –Dije con mucho entusiasmo.
-Bien, sígueme. -Nada más entrar en
la granja, noté ese olor característico de los animales. Era un poco
desagradable, pero luego me acostumbré. Mientras nos dirigíamos a las cuadras,
la chica rubia me preguntó:
-¿Cómo te llamas? Yo Natalia, pero
me puedes llamar profe.
-Marta. ¿Vas a ser mi profe de
hípica?
-Sí. ¿Cuántos años tienes?
-Cinco, pero voy a cumplir seis en
noviembre.
-¡Y ya vas a primaria! Qué mayor.
–No me gustaba que me dijesen eso de “qué mayor” o “cómo has crecido” pero
tenía que ser amable, porque si no, mi padre me desapuntaba.
-Sí, y ya sé leer. –En ese momento
vi un precioso caballo alazán que me miraba con unos ojos profundos y me
enamoré. Pero la profe dijo:
-Ese caballo es sólo para avanzados
y está especializado en salto. Hasta dentro de unos años no lo montarás. Este
es el que vas a montar hoy. –Señaló un caballo blanco, grande y pesado, que
estaba comiendo paja y ni siquiera levantó la cabeza cuando fui a acariciarle.
Dije:
-No me gusta.
-Te gustará cuando lo montes.
–Natalia me explicó dónde estaban los cepillos y le cepillé. Le puse la silla
que, por cierto, pesaba mucho, y el bocado, con la ayuda de la profe. Fui a la
pista rectangular con mi caballo, que arrastraba los pies y no parecía muy
contento de que le sacasen a montar, y la profe me ayudó a subirme a él. Me
explicó cómo controlarlo, cómo coger las riendas, y cuál era la postura
correcta, y me puse a andar con él. Me costó hacer que avanzara, pero al final,
con un profundo suspiro, lo conseguí. Hicimos varios ejercicios de diagonales,
círculos, levantar el culo de la silla, y al final, intenté hacer un poco de
trote. Claro que con este caballo, me costó un mundo y la profe me tuvo que
ayudar. Me encantó la clase, aún con el caballo tan vago que me había tocado y
le dije a la profe que gracias por esta clase tan guay. Ella me dijo:
-Has avanzado mucho en esta clase, y
veo que te ha gustado. Esta tarde montarás un caballo mejor. Este es sólo para
recién llegados.
-Siento intriga por saber qué
caballo me tocará.
-Pronto lo descubrirás. –Me dijo con
una sonrisa.
Mi padre me vino a recoger y nada
más llegar a casa, vi muchos vídeos sobre cómo montar a caballo, para hacerlo
mejor esta tarde. Estaba segura que el caballo que me tocaría sería mucho mejor
que este porque la profe me había dicho que lo hacía muy bien y que había
avanzado mucho. La mañana se me pasó volando, y me tuve que ir a comer
rápidamente.
Comí
rápidamente y me eché una pequeña siesta. Me desperté a las 4 y media y casi me
da un infarto porque no quería llegar tarde a mi primera clase. Pero aún
quedaba media hora, así que, me vestí, y me fui con mi padre. Cuando llegamos y
mi padre se fue, que es lo que iba a hacer a partir de ahora, Natalia me dijo
que había 5 niños más en la clase aparte de yo. Me entristecí un poco, aunque
no lo hice notar. Eran tres chicas y dos chicos, más yo. Una de las chicas me
pareció maja y me hice amiga suya rápidamente. La otra no me pareció tan maja,
pero tampoco era para odiarla, y en cuanto a los chicos, unos gansos, como se
suele decir, aunque graciosos y divertidos. Ellos llevaban montando desde que
empezó el verano, así que me llevaban un poco de ventaja, pero me adapté
rápidamente y aprendí mucho. El caballo que me tocó era un caballo negro,
enorme, esbelto, con las crines onduladas y un lucero en la frente. Me costó
subirme a él, aunque noté que era muy diferente al caballo que había montado
por la mañana. No hacía falta darle tanto para que empezara a andar, aunque
había que controlarle del bocado porque, al ser tan grande, siempre estaba
pegado al caballo de delante. Por lo demás era un cielo. Nos enseñaron a hacer
espalda afuera y espalda adentro, y aunque al principio no lo entendía muy
bien, luego me salió, más o menos. Y también nos enseñaron el trote corto y el
trote largo. Me encantó ese caballo, aunque seguía pensando en el caballo árabe,
alazán, que había visto por la mañana. Ese día, me dormí, soñando con caballos.
En las clases siguientes, nos
enseñaron a hacer los apoyos y seguimos practicando el trote largo, el trote
corto, el trote levantado, el trote sentado, espalda adentro, espalda afuera,
diagonales y ese tipo de cosas. Descubrí que había muchos caballos diferentes:
unos color perla, otros castaños, otros alazanes, otros blancos, otros
negros…Pero yo sólo tenía ojos para el caballo árabe, alazán. Le pregunté a la
profe cómo se llamaba y me dijo que Trueno. Cada día, me acercaba a él, hablaba
con él, aunque sabía que no me respondería con palabras, pero sí con relinchos,
con su hocico, con su mirada. Su mirada sabia y profunda que me enamoró el
primer día. Y me dije a mí misma que algún día ese caballo sería mío.
Me encanta :) se parece a cuando yo empecr a montar
ResponderEliminarsi?? que casualidad jajaaj xD gracias
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