Es un poco corto, pero bueno. Espero que os guste xD
Cuando
llegaron las navidades, estaba ya cansada del cole, y por eso me alegré. Crecí
unos pocos centímetros y sentí que me hacía mayor poco a poco. Estaba
disfrutando de las clases de equitación y de mis compañeros. Y cuando me
dijeron que iban a hacer un campamento de navidad en el que íbamos estar todo
el día en la granja, no hice más que aguantarme la paciencia de que llegara el
gran día. Y justo cuando llegó, conocí a varios niños más que también iban a
montar a la hípica.
Primero nos echaron una charla sobre la
anatomía del caballo, cómo ve, cómo siente, cómo oye, cómo huele… Las
diferentes razas de caballos y las diferentes modalidades hípicas.
Posteriormente, nos enseñaron cómo cuidar al caballo: les dimos de comer, les
limpiamos la cuadra, les echamos paja, les herramos y les dimos cuerda. También
les hicimos varios peinados en las crines y en la cola. Eso fue bastante
divertido y nos reímos mucho. Acabamos hambrientos y entonces, comimos allí.
Después de comer, nos dieron tiempo libre, que yo pasé con mis amigos y con
Trueno. Y otra vez, nos echaron otra charla sobre las enfermedades que puede
coger el caballo, cómo evitarlas y cómo tratarlas. Ahora ya sabía todo sobre el
cuidado del caballo. Después de la charla, prepararon varios carruajes y nos
fuimos a dar una vuelta, todos juntos. Tuve la oportunidad de conducir el carro
durante cinco minutos y moló mucho. Cuando volvimos, montamos a pelo. Fue algo
maravilloso, algo indescriptible, increíble, inexplicable. Pero lo mejor fue
ver el anochecer a lomos de un caballo, disfrutando del viento que me azotaba
el cuello, levantándome el pelo por los aires. Me descalcé y me puse a galopar
con él, aunque había aprendido a galopar hacía poco, ya que sólo llevaba tres
meses montando a caballo. Me desconecté del mundo, era como traspasar una
puerta y teletransportarme a otra dimensión, donde todo era posible, donde
estaba con mi mejor amigo, un animal para cualquiera que lo viese, pero para mí
era mucho más que eso, era un amigo en quién podía confiar. Y de pronto, una
voz me despertó de mi sueño, haciéndome volver a la realidad, para mi
desgracia. Era mi padre, que decía que ya era hora de volver a casa. Me despedí
de mala gana del caballo que había montado, uno castaño y bien bonito, y me fui
a casa. Esa noche, soñé con unicornios y pegasos, es que yo tengo mucha
imaginación, y me dormí con una sonrisa en los labios: ese día había sido el
mejor de mi vida.
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