Dejaros llevar por el contenido de este blog, introduciros en mi mundo, olvidaros de todo y empezad a soñar conmigo.

domingo, 16 de febrero de 2014

Capítulo 20

Este capi es un poco más largo de lo normal pero, aún así, espero que os guste ;)
Después de comer, fuimos a la entrega de premios. Me entraron muchas ganas de llorar, yo debería de estar allí, si no hubiese sido por ese estúpido gato y ese estúpido ratón, yo hubiera estado allí, a la entrega del segundo premio. Daniel también estaba muy triste, no había ganado ninguna medalla, y sólo por unos pocos puntos. Ese no era el mejor día de nuestra vida. Yo sólo esperaba que Rayo se recuperase pronto. El veterinario me había dicho que se le había infectado la herida y que tenía que darle el antibiótico cada 4 horas, cosa que a Rayo no le gustaba para nada y no paraba de moverse.
         Cuando entregaron la medalla al segundo, no pude resistir más y me fui a la cuadra con Rayo para cuidarle. No podía aguantar más, no podía ver cómo otras personas se llevaban el premio que yo me merecía mientras Rayo estaba sólo en su cuadra, sin nadie que le cuidase. Así pasé todo el día, aunque Daniel me visitó, pero no me habló, sabía que no era el momento, sabía que necesitaba tiempo para recomponerme y ver cómo Rayo se recuperaba poco a poco. No podíamos trasportar a Rayo de vuelta a casa, no con el casco sangrando. Según el veterinario, tendríamos que esperar dos semanas para el viaje y otras dos semanas para poder volver a montarle, cuando ya estuviera recuperado del todo. Ese tiempo se me haría una eternidad porque no podía estar un mes sin montar. Pero Daniel logró convencerme de que fuese a dar un paseo a pelo con él, los dos juntos en su caballo palomino.
         -Tranquila, seguro que Rayo se recupera pronto.
         -Pero…pero, ¿y si no es así? ¿Y si se le empeora y se le vuelve a infectar, y si le tienen que operar la pata y nunca puede volver a andar? Y si…le sacrifican.
         -¡Pero mujer! Qué imaginación tienes. No le va a pasar nada, es sólo una simple herida, no pasa nada, deja de ser tan pesimista y empieza a ver el lado bueno de la vida.
         -¿Qué lado bueno?
         -Estás aquí conmigo, montando a caballo, ese es el lado bueno.
         -Sigue sin convencerme.
         -Bueno, ya verás, en cuanto volvamos y le vuelvas a montar te cambiará la cara.
         -Sí, pero ya no será lo mismo. He tenido la oportunidad de ganar las Olimpiadas, sé que parece egoísta pero me da mucha pena tener que retirarme.
         -A todo el mundo le da pena, no eres la única. Yo me he quedado a un paso de la medalla pero no la he conseguido, si eso te consuela.
         -Pues la verdad es que sí. –me reí y él se quedó con cara de “¿perdona?”, algo que me hizo más gracia aún. Volvimos a los establos, ahora ya con mejor humor. Bueno, y no tengo mucho más que contar. Las dos semanas se me hicieron eternas, estaba con Rayo la mayoría del tiempo y veía cómo mejoraba cada vez más, incluso algunas veces le sacaba de la cuadra al picadero para que anduviera un poco, el veterinario me había dicho que ya estaba en condiciones de empezar la recuperación y fue allí cuando di saltos y gritos de alegría, Rayo se estaba recuperando, Daniel tenía razón, a veces había que ver el lado bueno de la vida. Volvimos a casa en el coche y Rayo en el remolque. Íbamos despacio y por zonas donde no había baches, evitábamos los frenazos para que Rayo no se hiciera daño en la pata. Tardamos más que al volver, ya que había que ir con más cuidado. Mis padres vinieron conmigo en el coche, junto con María y Stacy, yo iba en el remolque con Rayo, siempre junto a él, no me podía separar ni un minuto.
         Daniel vivía en el club hípico donde hice mi primer concurso, pero se vino a vivir con Stacy, con María y conmigo, y también vino su caballo palomino.
         Llegamos, nos instalamos otra vez en casa, Rayo en la cuadra, ya podía andar un poco, pero cojeando. Yo estaba muy contenta y a la vez muy triste, depende de lo que pensase. Había tirado por la borda todas mis esperanzas. Las Olimpiadas no se celebrarían otra vez hasta dentro de cuatro años y para entonces Rayo no estaría para tantos viajecitos y mucho menos para competir a nivel internacional. Podría hacer concursos, pero no podría volver a las Olimpiadas con Rayo. Y yo sólo quería ir con Rayo, con ningún otro caballo, por bueno que fuese.
         A veces me preguntaba, ¿qué iba a ser de mí cuándo Rayo no estuviese allí? Me quedaba mucha vida por delante, a Rayo también le quedaba mucha, pero no lo mismo que la mía, yo quería que durásemos los dos juntos para siempre. Pero sabía que nadie puede alcanzar la inmortalidad. Y pensaba en eso a veces, pensaba en qué haría cuando Rayo ya no estuviese conmigo. Aunque eso estaba muy lejano aún, no había que preocuparse de eso, sino del presente. Pero me aburría mucho porque no podía montar a caballo y por mi cabeza pasaban muchos pensamientos, este era uno de ellos.
         Por fin pasaron las dos semanas y por fin pude volver a montar a Rayo, que ya estaba plenamente curado y podía andar perfectamente, incluso podía saltar. Yo seguía deprimida por haber desperdiciado tal oportunidad. Una vez, quise recordar ese momento e hice la reprise que tenía preparada para el último concurso, pero sin que nadie me viese. Cuando terminé, Daniel, que me había estado espiando, dijo:
         -Aunque no hayas ganado las Olimpiadas, sigues siendo mi campeona. –Esa frase quedó en mi mente para siempre y ya no volví a pensar más en mi fracaso.
         Daniel y yo estábamos muy felices juntos y me daba la impresión de que estaría siempre a su lado. Pasaron 5 años, hice varios concursos y varios mundiales también. En uno de ellos quedé primera y salí en los periódicos. Unos reporteros me hicieron una entrevista que salió en la tele. Y casi sin darme cuenta, me hice famosa en el mundo ecuestre. Los jóvenes jinetes venían a visitarme para que les diera clase y por fin, el club hípico de Stacy, volvió a tener clientes, cosa que al principio no era así, incluso en algunos momentos Stacy dudó en si vender el club o no. Afortunadamente aguantó a duras penas.
         Dábamos clases en grupo todos los días, Daniel y yo les enseñábamos doma clásica y María les enseñaba salto. Ella también había hecho varios campeonatos y mundiales, aunque sólo había conseguido 5 medallas de bronce y 2 de plata.
         En uno de mis paseos a pelo con Daniel, que dábamos por la tarde, después de las clases con los niños, pasó algo. Escuché un relincho y no era el de Rayo ni el del caballo palomino de Daniel. Fui en dirección al relincho, que ya no se volvió a repetir. Y entonces vi a un caballo apalusa, intentando encontrar algún hierbajo verde y rico en nutrientes, cosa que era muy difícil, porque en esos tiempos, la hierba era amarillenta y escasa. Estaba extremadamente delgado, las crines las tenía muy largas, y tenía varias heridas en las patas, algunas le sangraban. Le dije a Daniel que se mantuviese lejos del caballo y que sujetase a Rayo. Desmonté y me acerqué al apalusa con cuidado de no hacer ruido y muy despacio. Él seguía en su tarea, y por tanto no se movió. Levanté la mano despacio para acariciarlo, pero en cuanto notó mi tacto, se asustó, pegó un bote y echó a correr todo lo que sus delgadas y heridas patas le permitieron. No aguantó mucho y se derrumbó en el suelo, asustado. Estaba claro que no le gustaban los humanos. Me acerqué a él, cautelosamente, él intentó levantarse de nuevo, pero no pudo, yo notaba cómo su pecho subía y bajaba muy rápido, tenía miedo.
         Esta vez le hablé, hablé despacio y bajito:
         -Tranquilo, chico, no te haré nada, tranquilo.
         Puse mi mano en su huesudo cuello y le acaricié. Él se fue tranquilizando poco a poco. Le puse mi mano en su hocico para que me oliese y examiné su estado. Tenía varias heridas y algunas eran bastante profundas, estaba muy débil y por tanto no podía levantarse, ni tan siquiera andar. Cuando ya estaba tranquilo, llamé a Daniel para que se acercase y me ayudase a levantar al caballo. Ató a los caballos junto a un árbol y se acercó. Le cogió por la cola y yo me puse delante, chasqueé la lengua y le di unos golpecitos con la fusta que traía. El caballo intentó levantarse pero no pudo. Lo intentamos como 20 veces más y por fin conseguimos que se pusiese en pie. Le abrecé el cuello y le di unas palmaditas como premio. Afortunadamente, traía una manzana conmigo y se la di para que comiese un poco. La devoró en unos pocos segundos con ansia, se notaba que tenía mucha hambre, pero ya no tenía más comida. Anduve un poco con él, para ver si estaba en buen estado y llamé a Stacy para ver si podía traer un remolque o algo y venir a rescatarlo.
         -Estáis en un bosque muy denso, hay muchos árboles y el van no va a poder adentrarse en el bosque. Tenéis que intentar llevarlo hasta las afueras, iré para allá en unos minutos, quedamos allí. –me dijo Stacy.
         Parecía que el apalusa no podía dar ni un paso más, parecía que en cuanto el viento soplase se le iba a llevar volando de lo frágil que se le veía. Sin embargo, no hacía más que seguirme. Si me iba hacia un lado él me seguía y si me iba hacia el otro lado, también me seguía. Eso me pareció muy divertido, pero me di cuenta de que estaba agotando todas sus energías así que, en vez de jugar fui andando hacia las afueras del bosque, mientras Daniel me seguía, llevando a los caballos. Una vez fuera del bosque, metimos al apalusa en el remolque, cosa que nos costó mucho, porque no le gustaban los espacios cerrados. Lo conseguimos tras 15 minutos de paciencia e insistencia. Al parecer el apalusa tenía genio. Mientras íbamos de camino a casa, pensé en un nombre para él. Daniel me dijo varios pero ninguno me gustaba, al final me decidí por llamarle Furia, por el carácter que tenía. Llegamos a la hípica, le puse una cabezada de cuadra, le cepillé, le limpié las heridas y les eché vetadine, le limpié los cascos, le esquilé y le corté las crines, le di de comer y le dejé tranquilo en su cuadra.
         Pasó un mes, Furia fue engordando y las heridas se le fueron curando y yo empecé a montarle. Stacy calculó que tendría 6 años y por tanto estaba domado, pero seguramente le habrían tratado mal y hacía mucho que no le montaban, así que tenía que volver a empezar de cero, lo que me costó unas cuantas caídas por mi parte, aunque no me hice daño. Furia y yo nos hicimos grandes amigos. Cuando conseguí que se acostumbrase a ser montado, le montaba a pelo, le enseñé a saltar hasta un metro y le enseñé muchas cosas de doma clásica. Como ya no podía competir con Rayo, porque tenía 16 años, sólo le montaba, seguía dando mis paseos con él, seguía haciendo pequeños concursillos por la zona, pero nada serio. Rayo ya estaba retirado de las competiciones, pero aún seguía corriendo como un loco, y estaba en plenas condiciones, es sólo que su corazoncito ya no era tan fuerte como antes y sus músculos ya no estaban en su plenitud. De alguna forma, enseñarle todos esos trucos de doma, me recordaba a cuando se los enseñaba a Rayo, eso era algo que me hacía sentir muy feliz, revivir otra vez esos grandes recuerdos. A Furia le gustaba mucho aprender, aunque no le gustaba que le reuniese, él no tenía paciencia ni elegancia, sólo quería correr y correr. El salto tampoco es que se le diera muy bien, no levantaba las patas lo suficientemente alto como hacer un salto limpio. Yo ya no sabía qué hacer con él. Era un caballo único y especial, pero no se le daba bien nada. Consulté con Stacy para ver qué podía hacer:
         -Marta, hay muchas más modalidades aparte de la doma y el salto.
         -Ah, sí, pues no lo sabía, ¿por qué no me lo has dicho antes?
         -Estabas tan entusiasmada con la doma que no querías aprender nada más. -Se rio al recordar aquellas clases.
         -Eso no es verdad. –dije en tono bromista.
         -Sí que es verdad. –me sacó la lengua.
         -Bueno, que nos desviamos del tema. ¿Qué más modalidades hay?
         -Hum… Dices que a Furia le gusta correr, ¿no?
         -Así es.
         -Pues puedes probar con el raid.
         -¿En qué consiste el raid?
         -Pues es una carrera, pero no una carrera de velocidad, puedes probar con las de velocidad pero no creo que te guste pegarle con la fusta, así que el raid es una carrera de resistencia, normalmente se corren entre 100 y 200 km, y el caballo tiene que tener mucha resistencia y el jinete debe saber cómo gastar las energías de su caballo para que dure durante toda la carrera, tiene que saber cuáles son sus posibilidades y adaptarlas al ritmo de la carrera.
         -Parece perfecto para Furia…
         -Bueno, pues voy a llamar a un profesor de raid para que venga a instruirte. Mañana ya te digo si puede o no venir, hasta entonces aguántate las ganas.

         -A esperar…

4 comentarios:

  1. Me ha encantado, pero hay dos fallos por mi parte ais a sinple vista:
    Creo que no es apalusa, es apaloosa, creo que es eso a lo que te refieres. Apaloosa es una capa de caballo, es de manchas de colores, tipo dalmata, marron con machas negras, perla con manchas blancas... Existen de todos los colores, son muy bonitos, porque como ta he dicho parecen dalmatas.
    El otro fallo es igual que me dijiste que describiera los caballos de mi historia (en el capitulo que subiré mañana, creo, ya esta descritos) tambien podrias decir la raza de Furia yo me lo imagino como un hanno, un KWPN, un PSI alguna raza asi de caballo de deporte...

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  2. Furia sí es apalusa, yo quiero que sea apalusa, sé cómo son los apalusas xD Furia no se sabe de qué raza es, ya que se lo encontraron en el bosque y no se podría especificar.

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  3. ¿Me lo preguntas porque no lo sabes o porque quieres ver si yo lo sé? xD

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