Dejaros llevar por el contenido de este blog, introduciros en mi mundo, olvidaros de todo y empezad a soñar conmigo.

miércoles, 8 de enero de 2014

Capítulo 15

Yo tenía 15 años y Rayo 11. Stacy dijo que nos presentásemos a las olimpiadas y eso hicimos. Después, hicimos un concurso para seleccionar a los ganadores que participarían en las olimpiadas. Rayo estaba muy desarrollado, tenía un cuello musculoso, y la grupa redondeada. Ahora sí que el nivel era muy alto. Los jueces nos miraban serios, buscando cualquier error para bajar la puntuación. Estaba bastante nerviosa, pero Rayo me tranquilizaba. Con un escalofrío en la espalda salí a la pista, dispuesta a hacer el ejercicio. Afortunadamente, Rayo lo hizo muy bien, teniendo en cuenta mi nerviosismo. Para mí sorpresa, quedé de las primeras. Esa noche, hicimos una fiesta, Stacy, María y yo, pusimos música y bailamos todo el rato. Y por supuesto, también dimos un paseo a caballo todas juntas y echamos carreras.
         Estuve haciendo las maletas y preparando todo antes del viaje a Londres. No controlaba muy bien el inglés, pero daba igual porque los servicios de habitaciones y de la comida ya estaban pagados y no había nada de qué hablar. Stacy y María me acompañarían y me ayudarían a cuidar de Rayo y de mí misma. Stacy tenía un van donde transportar a Rayo. Aunque tardaríamos bastante porque iríamos en la caravana en vez del avión. La caravana era bastante confortable, dentro de lo que cabe. Era como una casa pero todo más apelotonado. Tenía todo lo necesario: camas, servicio, mesa y sillas para comer, cocina y despensa. Todos los días del viaje los pasaba viendo a Rayo por la rejilla del van, tranquilizándole y diciéndole que ya quedaba poco aunque quedase bastante aún.
         Cuando llegamos, nos instalamos en un hotel y dejamos a Rayo en unos establos, cerca del hotel. Entrenaba con él todos los días. Esta vez habría que ponerse las pilas porque esto era una cosa seria y no un concurso de niños. Habría unos 10 concursos donde se eliminarían concursantes poco a poco y después de eso se decidiría el ganador. Hicimos el desfile y vi a toda una inmensa multitud que nos felicitaba a gritos. Había mucho jaleo y por una vez en mi vida me sentí importante.
         Al tercer día, fui a entrenar con Rayo, como siempre. Tendríamos unos 6 días para entrenar e instalarnos y luego empezarían los concursos. Yo estaba centrada y no muy nerviosa porque confiaba en Rayo y sabía que lo haríamos bien.  Así que estaba ensillando a Rayo y preparándolo y también viendo los caballos que estaban entrenando en la pista. Vi a un caballo albino, otro negro como el carbón, algunos castaños y…un palomino. Me pareció raro porque casi nunca había visto a caballos palominos y menos en las olimpiadas. Era precioso, tenía que reconocerlo. Pero cuando miré quién era el jinete, me di un susto de muerte. Me quedé con la boca abierta, asombrada, ya que no me lo esperaba. Dejé de atender a Rayo y me quedé quieta por unos segundos. Me acerqué a él aún asombrada (parecía boba) y le dije:
         -Tú…eres… -el chico también me reconoció.
         -Y tú eres… -Sus ojos azulados brillaban con intensidad y su pelo rubio resplandecía.
         -¡No me lo puedo creer! Eres aquel chico. El del bosque, ¿no?
         -Sí.
         -¿Qué hacías allí? –el chico ya no era paliducho y delgado. Ahora era un joven ya desarrollado.
         -No me apetece hablar de ello. Me trae malos recuerdos.
         -Oh…lo siento. Bueno pues… ¿cómo has llegado hasta aquí?
         -Es una larga historia que no suelo contar a los desconocidos. –Al parecer el chico no era muy hablador. Pero por una parte lo entendía. Puede que tuviera un pasado en soledad y que no estuviese acostumbrado a la compañía.
         -Entiendo. –Nos quedamos unos segundos callados. Era un silencio bastante incómodo que me irritaba. Estaba pensando qué preguntarle ahora cuando el chico dijo:
         -Me voy a entrenar. Adiós. –Y se marchó, así sin más. Me quedé ahí tirada mirando cómo entrenaba. Me había quedado como la primera vez que le vi. Las preguntas seguían rondando por mi cabeza pero ahora sentía más curiosidad por él. Si él estaba allí era porque el destino lo había querido y esto no era una casualidad. No era fácil, ni mucho menos llegar a las olimpiadas. No podía hacerlo cualquiera. Seguí mirando como entrenaba hasta que mi cabeza volvió a la tierra y me di cuenta de que Rayo me estaba esperando. Fui a la pista a lomos de Rayo y empezamos a ensayar el ejercicio. De vez en cuando yo le echaba un ojo al chico. Lo hacía muy bien.
         De repente y sin que yo me lo esperase, Rayo dio un bote y perdí el equilibrio.

         -¡Eh! –Rayo giró el cuello para poder mirarme con el ojo derecho. Me di cuenta de que apenas le estaba prestando atención y que por eso se había enfadado. Así que decidí centrarme. Me olvidé del chico y seguí ensayando. 

2 comentarios:

  1. me encanta igual que los demás... espero el siguiente xD

    ResponderEliminar
  2. Pues vas a tener que esperar mucho...no tengo tiempo de escribir más capítulos, lo puse en una entrada "Queridos lectores". Tengo muchas cosas que hacer y no puedo dedicarle más tiempo al blog. Lo siento :'(

    ResponderEliminar