Yo
tenía 15 años y Rayo 11. Stacy dijo que nos presentásemos a las olimpiadas y
eso hicimos. Después, hicimos un concurso para seleccionar a los ganadores que
participarían en las olimpiadas. Rayo estaba muy desarrollado, tenía un cuello musculoso,
y la grupa redondeada. Ahora sí que el nivel era muy alto. Los jueces nos
miraban serios, buscando cualquier error para bajar la puntuación. Estaba
bastante nerviosa, pero Rayo me tranquilizaba. Con un escalofrío en la espalda
salí a la pista, dispuesta a hacer el ejercicio. Afortunadamente, Rayo lo hizo
muy bien, teniendo en cuenta mi nerviosismo. Para mí sorpresa, quedé de las
primeras. Esa noche, hicimos una fiesta, Stacy, María y yo, pusimos música y
bailamos todo el rato. Y por supuesto, también dimos un paseo a caballo todas
juntas y echamos carreras.
Estuve haciendo las maletas y preparando
todo antes del viaje a Londres. No controlaba muy bien el inglés, pero daba
igual porque los servicios de habitaciones y de la comida ya estaban pagados y
no había nada de qué hablar. Stacy y María me acompañarían y me ayudarían a
cuidar de Rayo y de mí misma. Stacy tenía un van donde transportar a Rayo.
Aunque tardaríamos bastante porque iríamos en la caravana en vez del avión. La
caravana era bastante confortable, dentro de lo que cabe. Era como una casa
pero todo más apelotonado. Tenía todo lo necesario: camas, servicio, mesa y
sillas para comer, cocina y despensa. Todos los días del viaje los pasaba
viendo a Rayo por la rejilla del van, tranquilizándole y diciéndole que ya
quedaba poco aunque quedase bastante aún.
Cuando llegamos, nos instalamos en un
hotel y dejamos a Rayo en unos establos, cerca del hotel. Entrenaba con él
todos los días. Esta vez habría que ponerse las pilas porque esto era una cosa
seria y no un concurso de niños. Habría unos 10 concursos donde se eliminarían
concursantes poco a poco y después de eso se decidiría el ganador. Hicimos el
desfile y vi a toda una inmensa multitud que nos felicitaba a gritos. Había
mucho jaleo y por una vez en mi vida me sentí importante.
Al tercer día, fui a entrenar con Rayo,
como siempre. Tendríamos unos 6 días para entrenar e instalarnos y luego
empezarían los concursos. Yo estaba centrada y no muy nerviosa porque confiaba
en Rayo y sabía que lo haríamos bien. Así que estaba ensillando a Rayo y
preparándolo y también viendo los caballos que estaban entrenando en la pista.
Vi a un caballo albino, otro negro como el carbón, algunos castaños y…un
palomino. Me pareció raro porque casi nunca había visto a caballos palominos y
menos en las olimpiadas. Era precioso, tenía que reconocerlo. Pero cuando miré
quién era el jinete, me di un susto de muerte. Me quedé con la boca abierta,
asombrada, ya que no me lo esperaba. Dejé de atender a Rayo y me quedé quieta
por unos segundos. Me acerqué a él aún asombrada (parecía boba) y le dije:
-Tú…eres… -el chico también me
reconoció.
-Y tú eres… -Sus ojos azulados brillaban
con intensidad y su pelo rubio resplandecía.
-¡No me lo puedo creer! Eres aquel
chico. El del bosque, ¿no?
-Sí.
-¿Qué hacías allí? –el chico ya no era
paliducho y delgado. Ahora era un joven ya desarrollado.
-No me apetece hablar de ello. Me trae
malos recuerdos.
-Oh…lo siento. Bueno pues… ¿cómo has
llegado hasta aquí?
-Es una larga historia que no suelo
contar a los desconocidos. –Al parecer el chico no era muy hablador. Pero por
una parte lo entendía. Puede que tuviera un pasado en soledad y que no
estuviese acostumbrado a la compañía.
-Entiendo. –Nos quedamos unos segundos
callados. Era un silencio bastante incómodo que me irritaba. Estaba pensando
qué preguntarle ahora cuando el chico dijo:
-Me voy a entrenar. Adiós. –Y se
marchó, así sin más. Me quedé ahí tirada mirando cómo entrenaba. Me había
quedado como la primera vez que le vi. Las preguntas seguían rondando por mi
cabeza pero ahora sentía más curiosidad por él. Si él estaba allí era porque el
destino lo había querido y esto no era una casualidad. No era fácil, ni mucho
menos llegar a las olimpiadas. No podía hacerlo cualquiera. Seguí mirando como
entrenaba hasta que mi cabeza volvió a la tierra y me di cuenta de que Rayo me
estaba esperando. Fui a la pista a lomos de Rayo y empezamos a ensayar el
ejercicio. De vez en cuando yo le echaba un ojo al chico. Lo hacía muy bien.
De repente y sin que yo me lo esperase,
Rayo dio un bote y perdí el equilibrio.
-¡Eh! –Rayo giró el cuello para poder
mirarme con el ojo derecho. Me di cuenta de que apenas le estaba prestando
atención y que por eso se había enfadado. Así que decidí centrarme. Me olvidé
del chico y seguí ensayando.
me encanta igual que los demás... espero el siguiente xD
ResponderEliminarPues vas a tener que esperar mucho...no tengo tiempo de escribir más capítulos, lo puse en una entrada "Queridos lectores". Tengo muchas cosas que hacer y no puedo dedicarle más tiempo al blog. Lo siento :'(
ResponderEliminar