-Yo
creo que deberías olvidarte de ese chico. –comentó María.
-Lo intento pero no puedo. Es algo
difícil de explicar. Aunque esté pensando en otra cosa la imagen de aquel chico
siempre me viene a la mente.
-Pues tendremos que hacer algo.
-Yo creo que deberíamos dejar de hablar
del crío y centrarnos en el presente.
-Sí, eso. ¿Cuánto queda? –observé la
pradera para ver cuánto nos quedaba.
-¡Ya estamos! –exclamé. –María se quedó
con cara de “yo no veo nada”. –Fíjate, ¿no ves unas casitas a lo lejos?
-¡Es verdad! ¡Al galope, Rayo! –Rayo,
al reconocer el lugar se lanzó a galope tendido hasta el club donde Stacy nos
esperaba. María se olvidó del dolor del hombro y esta vez galopó pero sin
ninguna preocupación.
Llegamos y Stacy nos saludó con un
cálido abrazo. Le conté lo que había pasado, aunque ella ya conocía a María
porque la había hablado mucho de ella. Dejé a Rayo en su cuadra y acompañé a
María al médico junto con Stacy. Le pusieron un cabestrillo y dijeron que no
podría hacer deporte en unos días porque tenía el hombro dislocado.
-¿Me enseñas a montar, Marta?
-¡Sí, vamos!
-Eh, ¿dónde vais? Alto ahí, señoritas.
El médico ha dicho que no puedes hacer deporte. –nos recordó Stacy.
-Jolín, si ya han pasado 3 días.
–replicó María.
-El médico dijo que hasta dentro de dos
semanas no puedes montar.-Esos tres días María los había pasado viéndome
entrenar con Rayo. Yo estaba empezando a cansarme del salto. Ya saltaba 1.20 m,
incluso llegué a saltar 1.40 en salto aislado. Pero al fin y al cabo, sólo era
saltar como indica su nombre. En cambio la doma era la armonía entre caballo y
jinete, la coordinación y los movimientos. Era una disciplina prácticamente
infinita en la que nunca se dejaba de aprender. Era tan bella y tan compleja a
la vez que me enamoré. Así que seguía enseñando a Rayo los cambios de mano al
galope, los apoyos al galope, pirueta al paso, trote y galope, paso español y
muchas cosas más.
María tenía cada vez más ganas de
montar a caballo y verme hacerlo era
algo que aumentaba sus ganas. Por eso sólo aguantó 3 días y cuando Stacy la
dijo que no podía aún se deprimió bastante.
-Tranquila, que dos semanas se pasan
rápido. –la consolé.
-Pero si te veo montar es como una
tortura, verte tan alegre montando mientras que yo no puedo.
-Pues no me veas.
-¡Pero es que me encanta verte! Además,
no tengo otra cosa que hacer.- Pasaron dos días más y no me gustaba verla tan
triste de modo que a escondidas ensillé a un caballo muy dócil, el más manso de
la hípica y le dije a María que montase. Ella, aún no muy convencida dijo:
-¿Y si nos pillan?
-Tranquila, Stacy está limpiando los
establos y suele tardar como una hora o así en terminar. Ya lo tengo todo
calculado.
-¿Y si me caigo?
-Oh, por dios, no te vas a caer, este
caballo es para niños pequeños y no hace nada.
-¿Y si…?
-¡Deja ya de hacer preguntas! ¿Quieres
montar o no? –exclamé un poco enfadada.
-Sí…-dijo en un suspiro. Por un lado
quería montar pero por otro le daba un poco de miedo.
-Tranquila, no te pasará nada. –Había
sido un poco dura con ella así que la tranquilicé. La ayudé a subir, lo que nos
costó mucho, ya que no podía agarrarse con el brazo izquierdo. Cuando estuvo
subida empezó a andar, yo delante del caballo, para que sintiese la sensación y
la estuve explicando la posición de los pies, las piernas, la espalda, los
brazos y las manos. Al final de la clase trotamos y la enseñé a levantar el
culo y a hacer trote levantado. El galope lo dejaríamos para cuando se curase
del brazo. Así, algunos días, cuando Stacy estaba ocupada montábamos y yo la
enseñaba todo esto y a iniciarla un poco en Doma Clásica. Cada vez le dolía
menos el brazo pero aún no podía moverlo.
-¿Crees que mis padres estarán
preocupados por mí? –me preguntó María.
-Si te han abandonado de ese modo, no
creo.
-A lo mejor no se han dado cuenta.
-O a lo mejor querían librarse de una
boca a la que alimentar.
-Entonces se hubieran librado de la
abuela. –nos echamos a reír.
-Pero no tuvieron oportunidad. Contigo
sí, y si no hubiera sido por mí, seguro que te hubieran dejado a merced del
banco. Dijeron que íbamos al norte porque no se les ocurría otra cosa y no sé
si te diste cuenta, pero se quedaron pensando antes de responder. Eso es porque
estaban pensando una mentira. Y eso explica también por qué se mantuvieron tan
alejados de nosotras durante el viaje.
-No me lo puedo creer…todos estos años
han querido librarse de mí… ¿y la abuela? La abuela me quería.
-O puede que sólo estuviera fingiendo.
-¿Y eso en qué la beneficiaría?
-Buena pregunta…pero no sé la
respuesta.
-Bueno… ¿y tus padres? ¿No les echas de
menos?
-Ahora mi única madre es Stacy. Y para
mí, mi antigua familia quedó olvidada hace mucho tiempo. Sólo son una jodida
familia que no saben respetar los gustos de los demás.
-Shhh…no digas palabrotas que Stacy nos
va a oír.
-Ejem… ¿qué estás haciendo, María?
–Stacy nos sorprendió. Estábamos en una de nuestras “clases” y nos habían
pillado. Nos quedamos mudas por un instante pero enseguida yo dije:
-Sólo estábamos montando un poco…es que
parecía tan triste…pero ya lo íbamos a dejar.
-¿Qué os advertí yo?
-Que no montásemos. Pero no es justo.
Yo quiero montar. –replicó María.
-Sois unas cabezonas. Lo hago por
vosotras no por mí. Yo sólo quiero que no os pase nada y vosotras queréis
haceros daño. Pues allá vosotras. Haced lo que queráis pero cuando te caigas o
te duela el brazo ya no me pidas ayuda. –y se fue bastante enfadada.
-Creo que deberíamos dejarlo, María.
-Sí, será lo mejor, Stacy tiene razón.
Bueno, debes poner las comas en algunos sitios. Ya no te digo nada del laísmo. Ya tú misma te darás cuenta.
ResponderEliminarEspero el siguiente (:
Ya te dije que las comas no se me dan bien :S yo creo que es así, además nadie más que tú me ha dicho lo del laísmo. Y lo del siguiente vas a tener que esperar porque este lo acabo de subir jajaja xD
ResponderEliminarQue es laísmo???
ResponderEliminarMe encanta todavía más la historia... también yo espero el siguiente capítulo.
y para mi el salto no es ''simplemente saltar'' es algo mas que eso...
ResponderEliminarEs ver los ojos del caballo con un brillo particular, enfrentándose al obstáculo, es ver montura y jinete decididos y dar un salto para casi rozar el cielo... es notar que la adrenalina corre por tus venas y sueltas todo ese nervio en forma de energía y decisión. Pero sin duda lo mejor del salto es cuando el caballo despega sus patas delanteras del suelo para posteriormente hacer lo mismo con las traseras y lanzarse sobrepasando el obstáculo y es ese momento donde disfrutas de verdad, son esas 3, 4, 5 (o las que sean) milésimas de segundo que se hace eternamente largo durando casi 5 minutos en nuestras mentes es ahí cuando te das cuenta de que puedes caer al otro lado del salto y oir la multitud aplaudir o a tu caballo galopar con brio, o también puedes ver una triste caída que te puede hasta matar...
Eso es para mí saltar.
Ya lo sé. Mira, en la historia a María le encanta el salto y a Marta la Doma Clásica, cada uno tiene sus gustos y sus modalidades.
ResponderEliminarya, a ver que a mi la doma me gusta pero me gusta mas el salto. Pues la verdad no encuentro lo de que a María le encanta el salto... xD jajaja
ResponderEliminarEn el siguiente capítulo está jejej xD
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