Dejaros llevar por el contenido de este blog, introduciros en mi mundo, olvidaros de todo y empezad a soñar conmigo.

martes, 4 de marzo de 2014

Equitación

Una carta para la equitación de una amiga llamaba Mabela. Es preciosa, he llorado cuando he terminado de leerla *.*

Quería decirte que:

No eres fácil de hacer, no haces débil a nadie, ni tonto al que te practica. Eres algo del que se burlan, pero tú sigues hacia delante. Quiero decirte que te aprecio, que te siento y que te adoro. Tú, más que nadie, (a parte de mis padres) me has enseñado que las palabras no importan tanto como los hechos. Tú me has demostrado que las caídas, no son una causa para reírse, ni tampoco para llorar, ni para cogerle miedo a mi compañero, sino para saber en qué me he equivocado. Me has enseñado a reconocer mis errores, y a soñar despierto. A ser fuerte, y solo escuchar, lo que de verdad te enseña. A buscar mis sueños y luchar por ellos.

Equitación, no eres algo al que haya que temer, si no algo al que respetar. Tú le has enseñado a muchas personas a hacer de ellos, personas importantes en un mundo que tienen de lado, tu mundo, el que tú has creado. Y pensar que todos los días de mi vida, sin exagerar ni un segundo, te he tenido a mi lado, sacando la curiosidad que mi mente aún no había desarrollado. Nací contigo, crezco contigo, sueño contigo, pienso contigo...

Equitación, hay algo, una cosa que tú nos mandas a la vida, que lo colocas en nuestro camino y que nosotros lo recibimos sin un principio pero sí con un final. El caballo es el mayor regalo que le puedes dar a una persona, porque el caballo es tu núcleo y tu boca para hablar. El caballo nos regaña, y nos enseña, nos quiere pero también se enfada, te enseña a pensar en los que no hablan usando palabras, si no que hablan usando gestos y miradas.

A través de esta carta, Equitación, te doy las gracias por aceptarme en tu mundo, ofrecerme caminos y enseñarme sueños. Darme lecciones y también esperanzas. Enseñarme momentos mágicos, y a ver paisajes sin olvidarme de que un día me gustaría estar ahí. Gracias por enseñarme que debo tener paciencia, que soy más de todo aquel que piensa. Y que gracias por compartir tu secreto, porque cuando los demás (los que no te conocen) digan caballo, dirán ese ser vivo de cuatro patas con flequillo, crin y cola al que se le puede montar darte paseos y llevártelo a la feria para que se suba todo el mundo, o para montarlo cuando te dé la gana, pero cuando diga caballo yo, ya sé lo que es, y puedo asegurarte que nunca he sentido tanto amor por un “animal” llamado, Caballo.

De una amazona llamada Mabela.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Capítulo 22 y epílogo

Bueno, aquí tenéis el último capítulo de la historia de caballos "Un puente hacia la libertad" que se me ha quedado un poco corto, y por eso he puesto también el epílogo. Espero que os haya gustado y una cosa más, como ya está terminada la historia dejaré de escribir en este blog a no ser que se me ocurra un nueva entrada de caballos de música, lo siento, aunque escribiré en mi nuevo blog, que ya puse el enlace en otra entrada.


Apenas oía ya los relinchos de Diablo y notaba cómo Furia estaba cada vez más cansado. Le animé y le acaricié el cuello mientras galopaba en suspensión para facilitarle la travesía. Estaba a punto de rendirme y dar la vuelta cuando de repente, tras rodear un enorme arbusto, me topé de bruces con Diablo, que estaba pastando tranquilamente como si no hubiese pasado nada.
         -¡Vaya susto que nos has dado, Diablo! Anda, ven con nosotros. –le cogí de las riendas para llevarlo y nos fuimos con un ligero trote hacia donde se había caído Daniel. Cuando llegué, Daniel estaba hablando con Chemi y ya se había recuperado del susto, pero aun así, yo estaba muy preocupada.
         -¿Estás bien, Daniel? ¿Te has hecho daño?
         -Sí, tranquila, estoy bien, no ha sido nada, el casco y el chaleco me han protegido. ¿Traes a Diablo? ¡Qué bien! ¿Estás bien, Diablo? –y le acarició como si el caballo que le había hecho caer ya no estuviera.
         -¿Cómo puedes tratarle así después de lo que te ha hecho?
         -No ha sido culpa suya, Chemi ya me advirtió y debí estar siempre alerta, pero no le hice caso, ha sido todo culpa mía, lo siento, Diablo, te quiero. –Diablo relinchó en signo de cariño y se dejó acariciar como un caballo dócil. Después, dejó que Daniel se subiera y ya no dio ningún bote, iba muy tranquilo.
         -Vaya, al final has conseguido caerle bien. –comentó Chemi.
         -Sí, es un gran caballo. –Después de la emoción del pequeño accidente, volvimos a casa y Diablo ya no se botó; Daniel iba mucho más relajado y tranquilo, ahora confiaba en Diablo. Cuando llegamos, Daniel y yo entablamos una conversación mientras dejábamos los arreos.
         -¿Sabes, Marta? Tengo que reconocer que a pesar del susto, saltar el pequeño obstáculo me ha gustado mucho.
         -¿Nunca has saltado?
         -La verdad es que no, me fui a la doma clásica directamente, el salto lo veía demasiado peligroso. ¿Y tú?
         -Yo llegué a competir en salto y llegué a saltar 1.40m con Rayo pero no me atraía demasiado el salto así que al final me centré en doma.
         -Pues a mí me gustaría probar… -Fuimos a hablar con Stacy y nos explicó que había otra modalidad que era como el salto pero en el campo y se llamaba cross, y Daniel se interesó mucho por ello. Así que llamamos a un profesor de cross y dijo que vendría mañana.


         Acaricié el grabado de la silla que en un pasado lejano había sido  de Rayo donde ponía R&M y un corazón. Recordé el día en el que Rayo murió a sus 35 años. Estaba montando a Furia y cuando volví, vi que Rayo estaba tumbado en su cuadra. Fui corriendo, preocupada, para ver qué le pasaba, si tenía una enfermedad para llamar al veterinario, pero no era nada de eso, simplemente se estaba muriendo. Me quedé junto a él acariciándolo y tranquilizándolo, hasta que sus ojos se cerraron, su respiración se paró y su corazón dejó de latir. Las últimas palabras que Rayo oyó fueron:
         -Te quiero, Rayo, nunca olvidaré lo feliz que me hiciste, nunca olvidaré los momentos pasados junto a ti, las competiciones ganadas junto a ti, los paseos a pelo y todo lo que hemos vivido juntos…te quiero, Rayo, sé que ha llegado tu hora y lo siento mucho, te quiero… -y entonces las lágrimas comenzaron a salir a borbotones de mis ojos.
         Ese día lloré más que ningún otro día y pobre de Furia, que no le volví a montar hasta después de 1 mes cuando conseguí recuperarme de la depresión. Enterramos a Rayo, como yo quise, en el huerto de mi nueva casa y pusimos un grabado: “En homenaje al caballo más cariñoso del mundo. Nunca te olvidaremos”. Los días posteriores a la muerte de Rayo me los pasé llorando en la cuadra que fue de Rayo mientras Stacy me abrazaba y me decía:
         -Sé que es duro pero así es la vida. Debes aceptarlo, Rayo no podía vivir eternamente, de nada sirve llorar pequeña. Lo siento mucho…
         Pasó un mes hasta que me di cuenta de que Stacy tenía razón y de que de nada servía llorar. Furia tenía ganas de correr porque hacía mucho que no le montaba y volver a montar me tranquilizó un poco.
         Acaricié también la silla que en un pasado había sido de Furia donde ponía: F&M. Había ganado muchas medallas en raid con él, era un gran caballo y tenía talento, sólo había que buscarlo. El día en el que él murió me quedé destrozada, aunque no tanto como con Rayo. Hice otra “tumba” en mi huerto en memoria a mis dos caballos. Furia había tenido diez hijos y les fui entrenando y probando cuál era su modalidad. Así, creé mi propio centro hípico donde entrenaba caballos para la modalidad que mejor se les daba. Conocí a muchos caballos de todo tipo, de las razas y capas más variadas. La gente me pagaba bastante por entrenarles, por dar clases a los más novatos y por alojar a caballos en mi propio centro hípico que nada más y nada menos, tuvo 19.000 m cuadrados. Daniel se compró una nueva yegua y ganó muchas medallas de cross con Diablo y de doma clásica con la nueva yegua. Furia y la yegua tuvieron 10 hijos y a partir de ahí fui teniendo más y más caballos. Me encantaba domar a los pequeños potros, eran muy cuquis. Daniel y yo nos casamos cuando tuvimos 27 años y tuvimos 2 hijos a los cuales criamos para que también fueran profesionales en el mundo ecuestre. Yo me volví a presentar a las Olimpiadas con un nuevo caballo de doma clásica de los muchos que tuve y está vez conseguí ganar la medalla de oro, ese fue mi mayor logro en la vida. María fue también a las Olimpiadas conmigo en salto y con ella tuve más caballos, además ella encontró novio y al final se fueron lejos de nosotros aunque no tan lejos, a veces íbamos a visitarla. En cuanto a Stacy, ella siempre fue como una madre para mí y por eso siempre la tendré en mi corazón, aunque mis verdaderos padres siempre estuvieron a mi lado y nunca más se volvieron a separar de mí.
         Fui a mi habitación, cogí un posit y un bolígrafo y escribí:
         “Daniel, ha llegado mi hora. Ya te dije cuáles eran mis planes y los voy a llevar a cabo. Quiero que sepas que siempre te he querido y siempre te querré. Hasta siempre.”

         Apagué todas las luces de la casa y fui al pequeño huerto donde los cuerpos de Rayo y de Furia ya estarían descompuestos, pero su alma nunca se iría de mi corazón. Me tumbé en la tierra del huerto y cerré los ojos dispuesta a dormirme, no sin antes contemplar el magnífico atardecer. Ese día mi cerebro dejó de funcionar, mis pulmones ya no se volvieron a llenar de aire, mi cuerpo ya no se volvió a mover y mi corazón dejó de latir. Cerré los ojos y fallecí con una sonrisa en los labios, pensando en que ahora estaría con Rayo y con Furia para siempre. 



sábado, 22 de febrero de 2014

Capítulo 21

Este capi también es bastante largo, quiero que sea un poco más completo, así que los haré más largos. Espero que os guste :)

Tuve que esperar dos semanas hasta que mi profesor de raid pudo venir, ya que tenía otros asuntos pendientes. Yo estaba que no podía aguantarme las ganas, aprender una nueva modalidad era algo emocionante, muy emocionante. Hablaba con Stacy todos los días para saber qué más sabía del raid, ella me había dicho que no forzase mucho a Furia porque a pesar que ya estaba recuperado, no le había trabajado mucho la resistencia y tenía que ir poco a poco, pero eso era algo de lo que el profesor me advertiría, porque él sabía cuándo un caballo estaba en su límite de fuerzas. Stacy me dijo que el profesor se llamaba Jose Miguel, aunque le podría llamar Chemi.
         Montaba a Furia todos los días y en vez de practicar en la pista, daba paseos con él para trabajarle la resistencia; al final de cada sesión Furia acaba sudado por todas las partes del cuerpo y le tenía que dar una buena ducha, aunque yo también acababa hecha un flan, todo hay que decirlo. Hacía mucho tiempo que no galopaba tan rápido, era una sensación de libertad infinita, la adrenalina recorría todas mis venas. Y comprendí entonces que no todo es elegancia y coordinación, a veces hay que salirse un poco de las normas, a veces hay que ser rebelde para sentir la libertad.
         También seguía montando a Rayo, como dije anteriormente, y he de decir que apenas daba signos del envejecimiento. Por otra parte, Daniel montaba a su caballo palomino y le seguía entrenando en doma clásica, aunque a veces venía conmigo y con Furia para vernos galopar juntos. De tanto verme, se empezó a interesar por el raid y le dijo a Stacy que llamara a Chemi para decirle que ahora tenía dos alumnos.
         Por fin, un día vi que se acercaba un coche azul oscuro por el camino que llevaba a nuestro club. Y supe en seguida que era Chemi. Corrí como si fuese una niña hasta el coche y le abrí la puerta antes de que a Chemi le diese tiempo a decir hola.
         -Vaya, qué buen recibimiento me habéis dado y qué amables. -dijo riéndose.
         -Es que tengo muchas ganas de empezar la clase.
         -Pues aún no veo a Furia preparado. –Era verdad, Furia aún seguía en su cuadra comiendo. Chemi siempre estaba sonriente, era un bromista y me contagiaba la risa. Salió del coche y caminamos hasta la cuadra de Furia. Chemi tenía el pelo rubio oscuro, casi castaño, los ojos marrones y era bastante alto. Llevaba unas botas altas de montar, unas mayas marrones y un polo azul claro. Yo, que no me esperaba su llegada aún no estaba preparada y llevaba unos vaqueros viejos con unas zapatillas de deporte. –Y a ti tampoco te veo lista.
         -Ya, es que no me esperaba su llegada. –su sonrisa permanente inspiraba confianza y buen humor.
         -Anda, vete a cambiar y a preparar a Furia mientras yo voy a hablar con Stacy. Te espero en 15 minutos en la pista. –Me tenía que dar mucha prisa, así que eché a correr hasta la casa de Stacy que estaba al lado del club, donde yo tenía mi propio cuarto y mi ropa. Me cambié lo más deprisa que pude y fui también corriendo hacia la cuadra de Furia que se asustó tras mi repentina aparición.
         -Ups, lo siento por asustarte, Furia, pero nos tenemos que dar prisa. –Me encontré a Daniel que estaba ensillando a su caballo porque lo iba a montar y le dije que ya había venido Chemi. Él dio saltitos de alegría –parecíamos unos niños pequeños- y lo ensilló más rápido aún.
         -¡Eh, espérame, que yo aún no he terminado! –le di un codazo de broma.
         -Si yo te espero, pero no me pegues. Ja, ja, ja. -Nuestras carcajadas sonaban por todo el club. –Daniel se subió a su caballo de un salto y yo hice lo mismo unos segundos después. Salimos de la nave y fuimos a la pista trotando ligeramente, donde Chemi nos esperaba.
         -Vaya gran cuello que tiene tu caballo, Daniel.- Dijo Chemi nada más vernos. -¿Cómo se llama?
         -Gracias, eso es porque es un caballo de doma clásica, es un campeón. Se llama Ulises. –respondió él, presumiendo.
         -Rayo es mejor que Ulises. –salté yo, también presumiendo. Desmonté y fui a ensillar a Rayo para que le viese. Le había cepillado antes así que estaba resplandeciente y brillaba con la luz del sol. Llegué a la pista y me puse a hacer una exhibición de doma improvisada. Chemi no daba crédito a sus ojos. Daniel hizo lo mismo que yo y una vez casi nos chocamos. Cuando nos cansamos de presumir de nuestros caballos nos detuvimos delante de Chemi y le preguntamos:
         -¿Qué te ha parecido? –Chemi aún nos seguía mirando con la boca abierta formando una gran “O” y con los ojos como platos.
         -¿Que qué me ha parecido? Que vuestros caballos son alucinantes. –dijo, tras recuperarse de su shock.
         -Ya lo sabíamos. –dijimos los dos a la vez de broma. –Ja, ja, ja.
         -En cualquier caso, por muy alucinantes y buenos que sean en la doma clásica, estos caballos no valen para el raid. –dijo, más seriamente, en tono de profesor.
         -¿Por qué no? –preguntamos al unísono.
         -Porque la doma no exige tanta resistencia y por tanto estos caballos no aguantarían una carrera ni de 40 km. Sin embargo, este campeón –le dio una palmadita en el cuello a Furia- tiene pinta de que sí. –Daniel bajó la cabeza, avergonzado, no tenía ningún caballo de raid, sólo tenía a Ulises y a los caballos de Stacy, pero ninguno era de raid sólo eran caballos dóciles para aprender a montar y alguno sabía algo de doma clásica y de salto para iniciarles a los niños en doma clásica y en salto.
         -Yo no tengo ningún caballo de raid. –susurró Daniel, como si se arrepintiera de ello.
         -Bueno, no pasa nada, Daniel, hoy no les vamos a forzar mucho porque primero tengo que enseñaros a vosotros, más adelante empezaremos a entrenar en serio. Puedes montar con Ulises de momento, pero ve buscando un caballo para comprártelo. Además, tengo la impresión de que estos caballos son muy veteranos.
         -La verdad es que sí, Rayo tiene 16 años. – dije yo en su defensa. –Pero Ulises tiene 11 todavía, es bastante más joven que Rayo.
         -Vaya, pues no se nota, Rayo parece joven.
         -Ya lo sé, le cuido muy bien. Ja, ja, ja. -Me reí y Chemi se unió a mi risa, Daniel volvió a ser dueño de su orgullo, le había salvado el pellejo.
         -Bueno, empecemos por lo básico.
         Pasamos toda la tarde montando hasta el anochecer y yo aprendí muchas cosas de raid, la verdad es que me gustaba mucho. Daniel en cambio se aburría un poco, pero fue yendo a las clases siguientes para ver si la cosa era más emocionante.
         Hubo un día en el que Chemi no vino en su coche, sino que también trajo un remolque.
         -He traído dos caballos, uno para mí y otro para Daniel, hoy vamos a dar nuestro primer paseo. –explicó. –Daniel, espero que sepas apreciar el caballo que te voy a prestar y si quieres te lo puedo vender, aunque eso tendría que negociarlo con Stacy. –Sacó un nervioso caballo árabe completamente negro, que no paraba de moverse, incluso Chemi estuvo a punto de recibir un coz que le hubiera dejado sin sentido. Lo soltó en la pista para que se desahogara y después nos explicó:
         -Daniel, hoy te pondré a prueba. Este semental tiene 5 años, se domó hace poco y es muy nervioso, no sólo porque es árabe sino también porque su carácter es así y por eso es perfecto para el raid. Sin embargo, tienes que tener mucho cuidado, cualquier movimiento en falso podría suponerte una caída dolorosa. –Daniel se estremeció de miedo. –Pero yo confío en ti, debes confiar en él, porque si tú confías en él, él confiará en ti. Pero para que te tranquilices un poco, si quieres le puedes dar cuerda antes de salir para que se canse y no tenga tanta fuerza.
         Daniel cogió un cabezal y una cuerda (la traya no le hacía falta) y se acercó a la pista donde el semental estaba corriendo de un lado para otro. Entró en la pista con cuidado pero retrocedió al ver que no podría alcanzar al caballo.
         -¿Cómo le alcanzo? –preguntó a Chemi.
         -No te acerques tú, deja que él se acerque a ti.
         -Pero si no me hace caso.
         -Quédate quieto en el centro de la pista y no te muevas, ya verás que le entrará curiosidad y se acercará a ti. –Daniel, temeroso volvió a entrar en la pista y se situó en el centro. El caballo siguió a su bola, corriendo de allá para acá sin hacerle el mínimo caso. Daniel quiso llamarle y chasqueó la lengua para llamarle la atención. Inmediatamente, el caballo dio un parón y dobló al cuello para mirarle. Daniel le aguantó la mirada y se quedaron los dos como estatuas durante unos segundos. Luego, el caballo siguió corriendo.
         -Muy bien, Daniel, ya ha notado tu presencia. Vuelve a llamarle a ver si se decide de una vez.
         -¿Cómo se llama?
         -Diablo.
         -Bonito nombre. –Daniel volvió a chasquear la lengua y el caballo volvió a mirar, acercándose poco a poco. Por fin, Daniel le pudo poner la cabezada y empezó a darle cuerda. Al principio, empezó a galopar muy rápido y Daniel apenas le podía controlar. Cuando por fin pudo ponerle al trote, el caballo daba coces y tenía un paso muy irregular. Pero Daniel le podía controlar y eso era bueno. Pasaron 15 minutos y Diablo empezó a sudar y a respirar bastante rápido. Chemi dijo que era suficiente y que procediera a ensillarle.
         Cuando estuvimos listos, Daniel iba bastante incómodo y desconfiado y Diablo sólo quería librarse de Daniel. Pero Daniel aguantó los botes y le escarmentó y pronto Diablo empezó a comportarse medianamente bien. Chemi iba sobre un caballo blanco bastante tranquilo, era hispano árabe pero Chemi le había domado bien y era muy tranquilo. Yo iba sobre Furia que parecía un poco más regordete en comparación con los árabes y se cansó antes que ellos. Hicimos varias carreras y ganó Chemi obviamente mientras nos daba consejos. Su caballo apenas se cansaba y Diablo se cansaba un poco más porque siempre estaba peleando con Daniel para que no le controlase. Cuando volvimos todos estábamos destrozados, no sólo los caballos, sino también nosotros y Daniel estaba cansado de pelear contra Diablo. Sólo Chemi y su caballo seguían como si no hubiese pasado nada. Mientras volvíamos, ya paseando tranquilamente, Daniel y yo le preguntamos:
         -¿Cómo puede ser?
         -¿El qué?
         -Que vosotros dos estéis tan frescos después de las carreras.
         -Experiencia.
         -Ya veo…-De repente, Diablo echó a correr hacia un tronco tumbado. Daniel le intentó parar pero no pudo, iban directos al grueso tronco caído y cuando llegaron… Diablo voló sobre él mientras Daniel caía. Afortunadamente, llevaba casco y chaleco, y no se hizo mucho daño. Chemi me dijo:

         -Ve a por Diablo antes de que se pierda. Yo me quedaré aquí con Daniel. Date prisa. –Salí con el poderoso galope de Furia siguiendo las huellas que había dejado Diablo y oyendo sus relinchos a lo lejos. Era muy improbable que le pudiese alcanzar, estaba muy lejos y era muy rápido. Furia no podría alcanzarle ni en mil años. Y si se perdía, Chemi no me lo perdonaría nunca…

lunes, 17 de febrero de 2014

Libertad

Siento que poco a poco voy subiendo las escaleras que me llevarán a lo alto del rascacielos donde se encuentra mi gran y único sueño. Siento que poco a poco voy aprendiendo cada vez más, soy capaz de hacer más cosas de las que nunca hubiera pensado que sería capaz de hacer. Siento que puedo vislumbrar la luz que se esconde al final del oscuro túnel. ¿Por qué siento esto?
He tenido muchas experiencias con muchos caballos, he descubierto nuevas sensaciones al galopar con cada uno de ellos, sin embargo, hay un caballo especial (aunque todos son especiales). No sabría decir cuál es mi caballo favorito, pero sí sabría decir con qué caballo he aprendido más. Con aquel caballo que sea más difícil de manejar, más difícil de controlar y de hacerle galopar. Y ese es Paquirrín (sí, vaya nombre que tiene, pensaréis xD). Pequeño pero matón. Cada vez que intentaba galopar con él, no lo conseguía, se ponía a dar botes y coces y al final no conseguía mi objetivo. Hubo un día en que me caí porque se asustó y yo iba a pelo, pero luego, una vez que nos pusieron la silla, conseguí galopar con él por primera vez en mi vida (ya había galopado antes pero no con él, porque con él nunca lo conseguía). Pensé: "La caída ha valido la pena". Un mes más tarde le volví a montar. Lo intenté hasta que conseguí galopar con él. Ya sabía el truco y era este: Aguantar el bote que da, darle otra patada, entonces él galopa después del bote. Conseguí dar varios trancos con él, era la primera vez en mi vida que galopaba tanto sin parar. En esos momentos me sentí más libre que nunca. Me sentí la persona más afortunada del mundo. Y ahora amo a Paquirrín. Es el caballo con el que más he aprendido. Porque con él he podido sentirme libre.
Y es que libertad es poder galopar sin parar, sintiendo tus propios latidos y tu propia respiración y la del caballo, sintiendo el movimiento del caballo, de su comodísimo galope, sientiendo tu pelo levantado por el viento y la velocidad, sientiendo que puedes alcanzar las estrellas con solo alzar las manos...

domingo, 16 de febrero de 2014

Capítulo 20

Este capi es un poco más largo de lo normal pero, aún así, espero que os guste ;)
Después de comer, fuimos a la entrega de premios. Me entraron muchas ganas de llorar, yo debería de estar allí, si no hubiese sido por ese estúpido gato y ese estúpido ratón, yo hubiera estado allí, a la entrega del segundo premio. Daniel también estaba muy triste, no había ganado ninguna medalla, y sólo por unos pocos puntos. Ese no era el mejor día de nuestra vida. Yo sólo esperaba que Rayo se recuperase pronto. El veterinario me había dicho que se le había infectado la herida y que tenía que darle el antibiótico cada 4 horas, cosa que a Rayo no le gustaba para nada y no paraba de moverse.
         Cuando entregaron la medalla al segundo, no pude resistir más y me fui a la cuadra con Rayo para cuidarle. No podía aguantar más, no podía ver cómo otras personas se llevaban el premio que yo me merecía mientras Rayo estaba sólo en su cuadra, sin nadie que le cuidase. Así pasé todo el día, aunque Daniel me visitó, pero no me habló, sabía que no era el momento, sabía que necesitaba tiempo para recomponerme y ver cómo Rayo se recuperaba poco a poco. No podíamos trasportar a Rayo de vuelta a casa, no con el casco sangrando. Según el veterinario, tendríamos que esperar dos semanas para el viaje y otras dos semanas para poder volver a montarle, cuando ya estuviera recuperado del todo. Ese tiempo se me haría una eternidad porque no podía estar un mes sin montar. Pero Daniel logró convencerme de que fuese a dar un paseo a pelo con él, los dos juntos en su caballo palomino.
         -Tranquila, seguro que Rayo se recupera pronto.
         -Pero…pero, ¿y si no es así? ¿Y si se le empeora y se le vuelve a infectar, y si le tienen que operar la pata y nunca puede volver a andar? Y si…le sacrifican.
         -¡Pero mujer! Qué imaginación tienes. No le va a pasar nada, es sólo una simple herida, no pasa nada, deja de ser tan pesimista y empieza a ver el lado bueno de la vida.
         -¿Qué lado bueno?
         -Estás aquí conmigo, montando a caballo, ese es el lado bueno.
         -Sigue sin convencerme.
         -Bueno, ya verás, en cuanto volvamos y le vuelvas a montar te cambiará la cara.
         -Sí, pero ya no será lo mismo. He tenido la oportunidad de ganar las Olimpiadas, sé que parece egoísta pero me da mucha pena tener que retirarme.
         -A todo el mundo le da pena, no eres la única. Yo me he quedado a un paso de la medalla pero no la he conseguido, si eso te consuela.
         -Pues la verdad es que sí. –me reí y él se quedó con cara de “¿perdona?”, algo que me hizo más gracia aún. Volvimos a los establos, ahora ya con mejor humor. Bueno, y no tengo mucho más que contar. Las dos semanas se me hicieron eternas, estaba con Rayo la mayoría del tiempo y veía cómo mejoraba cada vez más, incluso algunas veces le sacaba de la cuadra al picadero para que anduviera un poco, el veterinario me había dicho que ya estaba en condiciones de empezar la recuperación y fue allí cuando di saltos y gritos de alegría, Rayo se estaba recuperando, Daniel tenía razón, a veces había que ver el lado bueno de la vida. Volvimos a casa en el coche y Rayo en el remolque. Íbamos despacio y por zonas donde no había baches, evitábamos los frenazos para que Rayo no se hiciera daño en la pata. Tardamos más que al volver, ya que había que ir con más cuidado. Mis padres vinieron conmigo en el coche, junto con María y Stacy, yo iba en el remolque con Rayo, siempre junto a él, no me podía separar ni un minuto.
         Daniel vivía en el club hípico donde hice mi primer concurso, pero se vino a vivir con Stacy, con María y conmigo, y también vino su caballo palomino.
         Llegamos, nos instalamos otra vez en casa, Rayo en la cuadra, ya podía andar un poco, pero cojeando. Yo estaba muy contenta y a la vez muy triste, depende de lo que pensase. Había tirado por la borda todas mis esperanzas. Las Olimpiadas no se celebrarían otra vez hasta dentro de cuatro años y para entonces Rayo no estaría para tantos viajecitos y mucho menos para competir a nivel internacional. Podría hacer concursos, pero no podría volver a las Olimpiadas con Rayo. Y yo sólo quería ir con Rayo, con ningún otro caballo, por bueno que fuese.
         A veces me preguntaba, ¿qué iba a ser de mí cuándo Rayo no estuviese allí? Me quedaba mucha vida por delante, a Rayo también le quedaba mucha, pero no lo mismo que la mía, yo quería que durásemos los dos juntos para siempre. Pero sabía que nadie puede alcanzar la inmortalidad. Y pensaba en eso a veces, pensaba en qué haría cuando Rayo ya no estuviese conmigo. Aunque eso estaba muy lejano aún, no había que preocuparse de eso, sino del presente. Pero me aburría mucho porque no podía montar a caballo y por mi cabeza pasaban muchos pensamientos, este era uno de ellos.
         Por fin pasaron las dos semanas y por fin pude volver a montar a Rayo, que ya estaba plenamente curado y podía andar perfectamente, incluso podía saltar. Yo seguía deprimida por haber desperdiciado tal oportunidad. Una vez, quise recordar ese momento e hice la reprise que tenía preparada para el último concurso, pero sin que nadie me viese. Cuando terminé, Daniel, que me había estado espiando, dijo:
         -Aunque no hayas ganado las Olimpiadas, sigues siendo mi campeona. –Esa frase quedó en mi mente para siempre y ya no volví a pensar más en mi fracaso.
         Daniel y yo estábamos muy felices juntos y me daba la impresión de que estaría siempre a su lado. Pasaron 5 años, hice varios concursos y varios mundiales también. En uno de ellos quedé primera y salí en los periódicos. Unos reporteros me hicieron una entrevista que salió en la tele. Y casi sin darme cuenta, me hice famosa en el mundo ecuestre. Los jóvenes jinetes venían a visitarme para que les diera clase y por fin, el club hípico de Stacy, volvió a tener clientes, cosa que al principio no era así, incluso en algunos momentos Stacy dudó en si vender el club o no. Afortunadamente aguantó a duras penas.
         Dábamos clases en grupo todos los días, Daniel y yo les enseñábamos doma clásica y María les enseñaba salto. Ella también había hecho varios campeonatos y mundiales, aunque sólo había conseguido 5 medallas de bronce y 2 de plata.
         En uno de mis paseos a pelo con Daniel, que dábamos por la tarde, después de las clases con los niños, pasó algo. Escuché un relincho y no era el de Rayo ni el del caballo palomino de Daniel. Fui en dirección al relincho, que ya no se volvió a repetir. Y entonces vi a un caballo apalusa, intentando encontrar algún hierbajo verde y rico en nutrientes, cosa que era muy difícil, porque en esos tiempos, la hierba era amarillenta y escasa. Estaba extremadamente delgado, las crines las tenía muy largas, y tenía varias heridas en las patas, algunas le sangraban. Le dije a Daniel que se mantuviese lejos del caballo y que sujetase a Rayo. Desmonté y me acerqué al apalusa con cuidado de no hacer ruido y muy despacio. Él seguía en su tarea, y por tanto no se movió. Levanté la mano despacio para acariciarlo, pero en cuanto notó mi tacto, se asustó, pegó un bote y echó a correr todo lo que sus delgadas y heridas patas le permitieron. No aguantó mucho y se derrumbó en el suelo, asustado. Estaba claro que no le gustaban los humanos. Me acerqué a él, cautelosamente, él intentó levantarse de nuevo, pero no pudo, yo notaba cómo su pecho subía y bajaba muy rápido, tenía miedo.
         Esta vez le hablé, hablé despacio y bajito:
         -Tranquilo, chico, no te haré nada, tranquilo.
         Puse mi mano en su huesudo cuello y le acaricié. Él se fue tranquilizando poco a poco. Le puse mi mano en su hocico para que me oliese y examiné su estado. Tenía varias heridas y algunas eran bastante profundas, estaba muy débil y por tanto no podía levantarse, ni tan siquiera andar. Cuando ya estaba tranquilo, llamé a Daniel para que se acercase y me ayudase a levantar al caballo. Ató a los caballos junto a un árbol y se acercó. Le cogió por la cola y yo me puse delante, chasqueé la lengua y le di unos golpecitos con la fusta que traía. El caballo intentó levantarse pero no pudo. Lo intentamos como 20 veces más y por fin conseguimos que se pusiese en pie. Le abrecé el cuello y le di unas palmaditas como premio. Afortunadamente, traía una manzana conmigo y se la di para que comiese un poco. La devoró en unos pocos segundos con ansia, se notaba que tenía mucha hambre, pero ya no tenía más comida. Anduve un poco con él, para ver si estaba en buen estado y llamé a Stacy para ver si podía traer un remolque o algo y venir a rescatarlo.
         -Estáis en un bosque muy denso, hay muchos árboles y el van no va a poder adentrarse en el bosque. Tenéis que intentar llevarlo hasta las afueras, iré para allá en unos minutos, quedamos allí. –me dijo Stacy.
         Parecía que el apalusa no podía dar ni un paso más, parecía que en cuanto el viento soplase se le iba a llevar volando de lo frágil que se le veía. Sin embargo, no hacía más que seguirme. Si me iba hacia un lado él me seguía y si me iba hacia el otro lado, también me seguía. Eso me pareció muy divertido, pero me di cuenta de que estaba agotando todas sus energías así que, en vez de jugar fui andando hacia las afueras del bosque, mientras Daniel me seguía, llevando a los caballos. Una vez fuera del bosque, metimos al apalusa en el remolque, cosa que nos costó mucho, porque no le gustaban los espacios cerrados. Lo conseguimos tras 15 minutos de paciencia e insistencia. Al parecer el apalusa tenía genio. Mientras íbamos de camino a casa, pensé en un nombre para él. Daniel me dijo varios pero ninguno me gustaba, al final me decidí por llamarle Furia, por el carácter que tenía. Llegamos a la hípica, le puse una cabezada de cuadra, le cepillé, le limpié las heridas y les eché vetadine, le limpié los cascos, le esquilé y le corté las crines, le di de comer y le dejé tranquilo en su cuadra.
         Pasó un mes, Furia fue engordando y las heridas se le fueron curando y yo empecé a montarle. Stacy calculó que tendría 6 años y por tanto estaba domado, pero seguramente le habrían tratado mal y hacía mucho que no le montaban, así que tenía que volver a empezar de cero, lo que me costó unas cuantas caídas por mi parte, aunque no me hice daño. Furia y yo nos hicimos grandes amigos. Cuando conseguí que se acostumbrase a ser montado, le montaba a pelo, le enseñé a saltar hasta un metro y le enseñé muchas cosas de doma clásica. Como ya no podía competir con Rayo, porque tenía 16 años, sólo le montaba, seguía dando mis paseos con él, seguía haciendo pequeños concursillos por la zona, pero nada serio. Rayo ya estaba retirado de las competiciones, pero aún seguía corriendo como un loco, y estaba en plenas condiciones, es sólo que su corazoncito ya no era tan fuerte como antes y sus músculos ya no estaban en su plenitud. De alguna forma, enseñarle todos esos trucos de doma, me recordaba a cuando se los enseñaba a Rayo, eso era algo que me hacía sentir muy feliz, revivir otra vez esos grandes recuerdos. A Furia le gustaba mucho aprender, aunque no le gustaba que le reuniese, él no tenía paciencia ni elegancia, sólo quería correr y correr. El salto tampoco es que se le diera muy bien, no levantaba las patas lo suficientemente alto como hacer un salto limpio. Yo ya no sabía qué hacer con él. Era un caballo único y especial, pero no se le daba bien nada. Consulté con Stacy para ver qué podía hacer:
         -Marta, hay muchas más modalidades aparte de la doma y el salto.
         -Ah, sí, pues no lo sabía, ¿por qué no me lo has dicho antes?
         -Estabas tan entusiasmada con la doma que no querías aprender nada más. -Se rio al recordar aquellas clases.
         -Eso no es verdad. –dije en tono bromista.
         -Sí que es verdad. –me sacó la lengua.
         -Bueno, que nos desviamos del tema. ¿Qué más modalidades hay?
         -Hum… Dices que a Furia le gusta correr, ¿no?
         -Así es.
         -Pues puedes probar con el raid.
         -¿En qué consiste el raid?
         -Pues es una carrera, pero no una carrera de velocidad, puedes probar con las de velocidad pero no creo que te guste pegarle con la fusta, así que el raid es una carrera de resistencia, normalmente se corren entre 100 y 200 km, y el caballo tiene que tener mucha resistencia y el jinete debe saber cómo gastar las energías de su caballo para que dure durante toda la carrera, tiene que saber cuáles son sus posibilidades y adaptarlas al ritmo de la carrera.
         -Parece perfecto para Furia…
         -Bueno, pues voy a llamar a un profesor de raid para que venga a instruirte. Mañana ya te digo si puede o no venir, hasta entonces aguántate las ganas.

         -A esperar…

lunes, 10 de febrero de 2014

Capítulo 19

Al día siguiente siguió lloviendo, como sospechaba, y tuvimos que hacer el concurso en la pista cubierta, que era un poco más pequeña que la exterior, pero aun así, bastaba. Seguía ilusionada y como siempre, y no recordaba que hubiera quedado con mis padres, pero me llamaron para que no se me olvidase ir. Cuando llegué al parque, ya me estaban esperando. Nos sentamos en un banco y decidimos ir a un bar, para hablar mientras nos tomábamos algo. Mis padres ya empezaban a asomar varias canas en sus cabellos y su rostro enseñaba algunas arrugas.
         -Y… ¿cómo habéis llegado hasta aquí?
         -Mejor empezamos por el principio. –comenzó mi madre. –Cuando te fuiste, estábamos muy preocupados. Llamamos a la policía y te buscamos por todas partes, pero no te encontramos. Al cabo de un mes, decidimos que era mejor así, no te podíamos mantener, ya que habían despedido a tu padre y a mí me pagaban muy poco. Así que seguimos con nuestra vida normal. Pero nos faltaba algo. Pasaron unos cuantos años (ya perdí la cuenta), y nos dimos cuenta de que no podíamos vivir sin ti, le faltaba algo a nuestro corazón, nos faltabas. Estábamos muy tristes, llorábamos cada día, apenas hablábamos con los vecinos y con la familia. Seguimos así, las Olimpiadas se avecinaban y un día, cuando estábamos haciendo zaping en la tele, te vimos por casualidad. Dijimos que no podía ser, que estaríamos alucinando, que nuestras ganas de recuperarte y nuestra imaginación nos habían jugado un mala pasada, sin embargo, cuando pusieron la clasificación y vimos tu nombre… No lo dudamos ni un momento. Buscamos información sobre en qué hotel te alejabas, hicimos las maletas y vinimos aquí para apoyarte en tu carrera ecuestre y animarte a que ganaras las Olimpiadas. Y bueno, esto es todo, ahora que estamos aquí, nos alegramos mucho de encontrarte. –Mi madre me empezó a comer a besos como si fuese una niña pequeña, al principio me reí pero luego la aparté porque si no la gente nos empezaría a mirar y pareceríamos unas bobas.
         -¿Sabéis quién es el caballo que monto? ¡Es Rayo, el hijo de Trueno, el caballo que iban a matar porque no eran capaces de domarle! Pero yo conseguí domarle y convertirle en un campeón. Es mi campeón.
         -Vaya, hija, te has convertido en una verdadera amazona. –sonrió mi padre.
         -Sí, y ahora que me acuerdo, gracias por alejarme de mi destino desapuntándome de la hípica.
         -Oh, cariño, no queríamos hacerte daño, es sólo que con nuestra situación económica, no nos lo podíamos permitir, ya te lo dijimos. A veces la vida no es justa. Demasiadas veces, diría yo. Pero lo que importa es el presente, no el pasado, así que olvídalo ya y disfruta este gran momento. –me consoló mi madre.
         -Lo entiendo, no sé por qué tiene que ser todo tan injusto.
         -Bueno, ya es hora de que nos cuentes qué has hecho todo este tiempo y cómo has llegado a las Olimpiadas.
         Les relaté mi escapada, mi llegada al primer club, mi segunda escapada, mi encuentro inseparable con Stacy, mi aventura con María en la que conocí a Dani…
         -Y ahora Daniel es mi novio y soy muy feliz con él.
         -Oh, cariño, qué mayor te has hecho que hasta tienes novio.
         -Pues claro, mamá, ya es hora de que tenga, ¿no crees? –nos reímos. Seguimos hablando sobre cómo nos había ido en estos últimos años. Teníamos mucho que hablar y nos lo pasamos muy bien, casi no nos dimos cuenta de que estaba anocheciendo y de que me tenía que ir a acostar, porque mañana me tocaba madrugar. Sólo quedaban 3 concursos y se decidirían los ganadores. Iba 2ª en la clasificación general, aunque era imposible que quedase primera, ya que la mujer con ese gran caballo blanco que montaba, eran más que espectaculares y nadie les superaría. Así que hice dos concursos más pero cuando íbamos a hacer el último concurso, la mañana antes del concurso pasó algo.
         Fui a la cuadra de Rayo para prepararle, le cepillé, le trencé las crines y la cola, le limpié los cascos y entonces vi que tenía una herida. Le salía sangre, seguramente se habría asustado por la noche al ver al gato que siempre rondaba por las cuadras, y se habría golpeado contra pared, mientras daba patadas. Maldecí para mis adentros. No podía ser. Justo el último día, el día definitivo, el día en el que se decidiría mi destino. Estaba claro que Rayo no podría competir. Le limpié le herida, le puse vetadine y le vendé el casco. Después, fui a hablar con Stacy y le dije que tenía que retirar a Rayo. Así que fui a las gradas para ver el concurso y ver cómo mis últimas esperanzas se iban por la borda.
         Vi cómo Daniel se sorprendió y se preguntó dónde estaba, pero en ese momento no podía distraerse. Quedó cuarto, muy cerca del segundo, se quedó a un paso de la medalla. Él también estaba bastante triste. Pero el lado bueno es que quedar 4º de 50 concursantes era algo insólito, era todo un logro. Esa tarde, Daniel fue a las cuadras y me vio, porque yo estaba con Rayo, vigilando que la herida no sangrase y controlando que no se hiciera daño. Estaba llorando.
         -Lo siento. -me dijo.

         -No tienes la culpa, la culpa la tiene ese dichoso gato, que asustó a Rayo. No sé qué hizo para asustarle, él siempre está tranquilo y no le asusta nada de lo que pasa a su alrededor, algo muy gordo tuvo que hacer el gato. Por cierto, ¿dónde está ahora? Es raro que no esté aquí. –Justo en ese momento apareció el gato, en persecución de un pequeño ratón. Daniel y yo nos reímos a carcajadas, sabíamos que los ratones vuelven locos a los gatos. El ratón se metió en un agujero que estaba arañado y parecía que se fuese a derrumbar la pared si la rozabas. El gato lo empezó a arañar y se oyó un estruendo al otro lado. Daniel y yo nos tapamos los oídos. ¿Qué había allí? Cuando ya no se oyó nada y el gato se fue corriendo, asustado por el ruido, nos acercamos y, con cautela, metimos la mano en el agujero. De repente, notamos que nos mordían los ratones. Allí había una gran familia de ratones. Avisamos al mozo de cuadra e inmediatamente llamó por teléfono. Unos minutos después vinieron unos señores y nosotros nos tuvimos que ir, algo que no nos agradó porque nos había entrado mucha intriga sobre lo que había allí dentro. 

domingo, 9 de febrero de 2014

¡Nuevo blog!

He creado un nuevo blog, en la presentación explico de qué va a tratar el blog, así que pasaros, por favor y si os gusta, seguirme. Gracias :) http://novelakar.blogspot.com.es/
Aprovecho también para decir que en la historia de caballos, Marta va a las Olimpiadas con 15 años en vez de con 17, cuando Rayo tiene 11 años en vez de 13. Es que pensaba que había que ser mayor de edad para participar en las Olimpiadas pero ya veo que no. jajaj xD