Una carta para la equitación de una amiga llamaba Mabela. Es preciosa, he llorado cuando he terminado de leerla *.*
Quería decirte que:
No eres fácil de hacer, no haces débil a nadie, ni tonto al que te practica. Eres algo del que se burlan, pero tú sigues hacia delante. Quiero decirte que te aprecio, que te siento y que te adoro. Tú, más que nadie, (a parte de mis padres) me has enseñado que las palabras no importan tanto como los hechos. Tú me has demostrado que las caídas, no son una causa para reírse, ni tampoco para llorar, ni para cogerle miedo a mi compañero, sino para saber en qué me he equivocado. Me has enseñado a reconocer mis errores, y a soñar despierto. A ser fuerte, y solo escuchar, lo que de verdad te enseña. A buscar mis sueños y luchar por ellos.
Equitación, no eres algo al que haya que temer, si no algo al que respetar. Tú le has enseñado a muchas personas a hacer de ellos, personas importantes en un mundo que tienen de lado, tu mundo, el que tú has creado. Y pensar que todos los días de mi vida, sin exagerar ni un segundo, te he tenido a mi lado, sacando la curiosidad que mi mente aún no había desarrollado. Nací contigo, crezco contigo, sueño contigo, pienso contigo...
Equitación, hay algo, una cosa que tú nos mandas a la vida, que lo colocas en nuestro camino y que nosotros lo recibimos sin un principio pero sí con un final. El caballo es el mayor regalo que le puedes dar a una persona, porque el caballo es tu núcleo y tu boca para hablar. El caballo nos regaña, y nos enseña, nos quiere pero también se enfada, te enseña a pensar en los que no hablan usando palabras, si no que hablan usando gestos y miradas.
A través de esta carta, Equitación, te doy las gracias por aceptarme en tu mundo, ofrecerme caminos y enseñarme sueños. Darme lecciones y también esperanzas. Enseñarme momentos mágicos, y a ver paisajes sin olvidarme de que un día me gustaría estar ahí. Gracias por enseñarme que debo tener paciencia, que soy más de todo aquel que piensa. Y que gracias por compartir tu secreto, porque cuando los demás (los que no te conocen) digan caballo, dirán ese ser vivo de cuatro patas con flequillo, crin y cola al que se le puede montar darte paseos y llevártelo a la feria para que se suba todo el mundo, o para montarlo cuando te dé la gana, pero cuando diga caballo yo, ya sé lo que es, y puedo asegurarte que nunca he sentido tanto amor por un “animal” llamado, Caballo.
De una amazona llamada Mabela.
My world
Dejaros llevar por el contenido de este blog, introduciros en mi mundo, olvidaros de todo y empezad a soñar conmigo.
martes, 4 de marzo de 2014
miércoles, 26 de febrero de 2014
Capítulo 22 y epílogo
Bueno, aquí tenéis el último capítulo de la historia de caballos "Un puente hacia la libertad" que se me ha quedado un poco corto, y por eso he puesto también el epílogo. Espero que os haya gustado y una cosa más, como ya está terminada la historia dejaré de escribir en este blog a no ser que se me ocurra un nueva entrada de caballos de música, lo siento, aunque escribiré en mi nuevo blog, que ya puse el enlace en otra entrada.
Apenas oía ya los relinchos de Diablo y notaba cómo Furia
estaba cada vez más cansado. Le animé y le acaricié el cuello mientras galopaba
en suspensión para facilitarle la travesía. Estaba a punto de rendirme y dar la
vuelta cuando de repente, tras rodear un enorme arbusto, me topé de bruces con
Diablo, que estaba pastando tranquilamente como si no hubiese pasado nada.
-¡Vaya susto
que nos has dado, Diablo! Anda, ven con nosotros. –le cogí de las riendas para
llevarlo y nos fuimos con un ligero trote hacia donde se había caído Daniel.
Cuando llegué, Daniel estaba hablando con Chemi y ya se había recuperado del
susto, pero aun así, yo estaba muy preocupada.
-¿Estás bien,
Daniel? ¿Te has hecho daño?
-Sí,
tranquila, estoy bien, no ha sido nada, el casco y el chaleco me han protegido.
¿Traes a Diablo? ¡Qué bien! ¿Estás bien, Diablo? –y le acarició como si el
caballo que le había hecho caer ya no estuviera.
-¿Cómo puedes
tratarle así después de lo que te ha hecho?
-No ha sido
culpa suya, Chemi ya me advirtió y debí estar siempre alerta, pero no le hice
caso, ha sido todo culpa mía, lo siento, Diablo, te quiero. –Diablo relinchó en
signo de cariño y se dejó acariciar como un caballo dócil. Después, dejó que
Daniel se subiera y ya no dio ningún bote, iba muy tranquilo.
-Vaya, al
final has conseguido caerle bien. –comentó Chemi.
-Sí, es un
gran caballo. –Después de la emoción del pequeño accidente, volvimos a casa y
Diablo ya no se botó; Daniel iba mucho más relajado y tranquilo, ahora confiaba
en Diablo. Cuando llegamos, Daniel y yo entablamos una conversación mientras
dejábamos los arreos.
-¿Sabes,
Marta? Tengo que reconocer que a pesar del susto, saltar el pequeño obstáculo
me ha gustado mucho.
-¿Nunca has
saltado?
-La verdad es
que no, me fui a la doma clásica directamente, el salto lo veía demasiado
peligroso. ¿Y tú?
-Yo llegué a
competir en salto y llegué a saltar 1.40m con Rayo pero no me atraía demasiado
el salto así que al final me centré en doma.
-Pues a mí me
gustaría probar… -Fuimos a hablar con Stacy y nos explicó que había otra
modalidad que era como el salto pero en el campo y se llamaba cross, y Daniel
se interesó mucho por ello. Así que llamamos a un profesor de cross y dijo que
vendría mañana.
Acaricié el
grabado de la silla que en un pasado lejano había sido de Rayo donde ponía R&M y un corazón.
Recordé el día en el que Rayo murió a sus 35 años. Estaba montando a Furia y
cuando volví, vi que Rayo estaba tumbado en su cuadra. Fui corriendo,
preocupada, para ver qué le pasaba, si tenía una enfermedad para llamar al
veterinario, pero no era nada de eso, simplemente se estaba muriendo. Me quedé
junto a él acariciándolo y tranquilizándolo, hasta que sus ojos se cerraron, su
respiración se paró y su corazón dejó de latir. Las últimas palabras que Rayo
oyó fueron:
-Te quiero,
Rayo, nunca olvidaré lo feliz que me hiciste, nunca olvidaré los momentos
pasados junto a ti, las competiciones ganadas junto a ti, los paseos a pelo y
todo lo que hemos vivido juntos…te quiero, Rayo, sé que ha llegado tu hora y lo
siento mucho, te quiero… -y entonces las lágrimas comenzaron a salir a
borbotones de mis ojos.
Ese día lloré
más que ningún otro día y pobre de Furia, que no le volví a montar hasta
después de 1 mes cuando conseguí recuperarme de la depresión. Enterramos a
Rayo, como yo quise, en el huerto de mi nueva casa y pusimos un grabado: “En
homenaje al caballo más cariñoso del mundo. Nunca te olvidaremos”. Los días
posteriores a la muerte de Rayo me los pasé llorando en la cuadra que fue de
Rayo mientras Stacy me abrazaba y me decía:
-Sé que es
duro pero así es la vida. Debes aceptarlo, Rayo no podía vivir eternamente, de
nada sirve llorar pequeña. Lo siento mucho…
Pasó un mes
hasta que me di cuenta de que Stacy tenía razón y de que de nada servía llorar.
Furia tenía ganas de correr porque hacía mucho que no le montaba y volver a
montar me tranquilizó un poco.
Acaricié
también la silla que en un pasado había sido de Furia donde ponía: F&M.
Había ganado muchas medallas en raid con él, era un gran caballo y tenía
talento, sólo había que buscarlo. El día en el que él murió me quedé
destrozada, aunque no tanto como con Rayo. Hice otra “tumba” en mi huerto en memoria
a mis dos caballos. Furia había tenido diez hijos y les fui entrenando y
probando cuál era su modalidad. Así, creé mi propio centro hípico donde
entrenaba caballos para la modalidad que mejor se les daba. Conocí a muchos
caballos de todo tipo, de las razas y capas más variadas. La gente me pagaba
bastante por entrenarles, por dar clases a los más novatos y por alojar a
caballos en mi propio centro hípico que nada más y nada menos, tuvo 19.000 m
cuadrados. Daniel se compró una nueva yegua y ganó muchas medallas de cross con
Diablo y de doma clásica con la nueva yegua. Furia y la yegua tuvieron 10 hijos
y a partir de ahí fui teniendo más y más caballos. Me encantaba domar a los
pequeños potros, eran muy cuquis. Daniel y yo nos casamos cuando tuvimos 27
años y tuvimos 2 hijos a los cuales criamos para que también fueran
profesionales en el mundo ecuestre. Yo me volví a presentar a las Olimpiadas
con un nuevo caballo de doma clásica de los muchos que tuve y está vez conseguí
ganar la medalla de oro, ese fue mi mayor logro en la vida. María fue también a
las Olimpiadas conmigo en salto y con ella tuve más caballos, además ella
encontró novio y al final se fueron lejos de nosotros aunque no tan lejos, a
veces íbamos a visitarla. En cuanto a Stacy, ella siempre fue como una madre
para mí y por eso siempre la tendré en mi corazón, aunque mis verdaderos padres
siempre estuvieron a mi lado y nunca más se volvieron a separar de mí.
Fui a mi
habitación, cogí un posit y un bolígrafo y escribí:
“Daniel, ha
llegado mi hora. Ya te dije cuáles eran mis planes y los voy a llevar a cabo.
Quiero que sepas que siempre te he querido y siempre te querré. Hasta siempre.”
Apagué todas
las luces de la casa y fui al pequeño huerto donde los cuerpos de Rayo y de
Furia ya estarían descompuestos, pero su alma nunca se iría de mi corazón. Me
tumbé en la tierra del huerto y cerré los ojos dispuesta a dormirme, no sin
antes contemplar el magnífico atardecer. Ese día mi cerebro dejó de funcionar,
mis pulmones ya no se volvieron a llenar de aire, mi cuerpo ya no se volvió a
mover y mi corazón dejó de latir. Cerré los ojos y fallecí con una sonrisa en
los labios, pensando en que ahora estaría con Rayo y con Furia para siempre.
sábado, 22 de febrero de 2014
Capítulo 21
Este capi también es bastante largo, quiero que sea un poco más completo, así que los haré más largos. Espero que os guste :)
Tuve que esperar dos semanas hasta que mi profesor de raid
pudo venir, ya que tenía otros asuntos pendientes. Yo estaba que no podía
aguantarme las ganas, aprender una nueva modalidad era algo emocionante, muy
emocionante. Hablaba con Stacy todos los días para saber qué más sabía del
raid, ella me había dicho que no forzase mucho a Furia porque a pesar que ya
estaba recuperado, no le había trabajado mucho la resistencia y tenía que ir
poco a poco, pero eso era algo de lo que el profesor me advertiría, porque él
sabía cuándo un caballo estaba en su límite de fuerzas. Stacy me dijo que el
profesor se llamaba Jose Miguel, aunque le podría llamar Chemi.
Montaba a
Furia todos los días y en vez de practicar en la pista, daba paseos con él para
trabajarle la resistencia; al final de cada sesión Furia acaba sudado por todas
las partes del cuerpo y le tenía que dar una buena ducha, aunque yo también
acababa hecha un flan, todo hay que decirlo. Hacía mucho tiempo que no galopaba
tan rápido, era una sensación de libertad infinita, la adrenalina recorría
todas mis venas. Y comprendí entonces que no todo es elegancia y coordinación,
a veces hay que salirse un poco de las normas, a veces hay que ser rebelde para
sentir la libertad.
También seguía
montando a Rayo, como dije anteriormente, y he de decir que apenas daba signos
del envejecimiento. Por otra parte, Daniel montaba a su caballo palomino y le
seguía entrenando en doma clásica, aunque a veces venía conmigo y con Furia
para vernos galopar juntos. De tanto verme, se empezó a interesar por el raid y
le dijo a Stacy que llamara a Chemi para decirle que ahora tenía dos alumnos.
Por fin, un
día vi que se acercaba un coche azul oscuro por el camino que llevaba a nuestro
club. Y supe en seguida que era Chemi. Corrí como si fuese una niña hasta el
coche y le abrí la puerta antes de que a Chemi le diese tiempo a decir hola.
-Vaya, qué
buen recibimiento me habéis dado y qué amables. -dijo riéndose.
-Es que tengo
muchas ganas de empezar la clase.
-Pues aún no
veo a Furia preparado. –Era verdad, Furia aún seguía en su cuadra comiendo.
Chemi siempre estaba sonriente, era un bromista y me contagiaba la risa. Salió
del coche y caminamos hasta la cuadra de Furia. Chemi tenía el pelo rubio
oscuro, casi castaño, los ojos marrones y era bastante alto. Llevaba unas botas
altas de montar, unas mayas marrones y un polo azul claro. Yo, que no me
esperaba su llegada aún no estaba preparada y llevaba unos vaqueros viejos con
unas zapatillas de deporte. –Y a ti tampoco te veo lista.
-Ya, es que no
me esperaba su llegada. –su sonrisa permanente inspiraba confianza y buen humor.
-Anda, vete a
cambiar y a preparar a Furia mientras yo voy a hablar con Stacy. Te espero en
15 minutos en la pista. –Me tenía que dar mucha prisa, así que eché a correr
hasta la casa de Stacy que estaba al lado del club, donde yo tenía mi propio
cuarto y mi ropa. Me cambié lo más deprisa que pude y fui también corriendo
hacia la cuadra de Furia que se asustó tras mi repentina aparición.
-Ups, lo
siento por asustarte, Furia, pero nos tenemos que dar prisa. –Me encontré a
Daniel que estaba ensillando a su caballo porque lo iba a montar y le dije que
ya había venido Chemi. Él dio saltitos de alegría –parecíamos unos niños
pequeños- y lo ensilló más rápido aún.
-¡Eh,
espérame, que yo aún no he terminado! –le di un codazo de broma.
-Si yo te
espero, pero no me pegues. Ja, ja, ja. -Nuestras carcajadas sonaban por todo el
club. –Daniel se subió a su caballo de un salto y yo hice lo mismo unos
segundos después. Salimos de la nave y fuimos a la pista trotando ligeramente,
donde Chemi nos esperaba.
-Vaya gran cuello
que tiene tu caballo, Daniel.- Dijo Chemi nada más vernos. -¿Cómo se llama?
-Gracias, eso
es porque es un caballo de doma clásica, es un campeón. Se llama Ulises.
–respondió él, presumiendo.
-Rayo es mejor
que Ulises. –salté yo, también presumiendo. Desmonté y fui a ensillar a Rayo
para que le viese. Le había cepillado antes así que estaba resplandeciente y
brillaba con la luz del sol. Llegué a la pista y me puse a hacer una exhibición
de doma improvisada. Chemi no daba crédito a sus ojos. Daniel hizo lo mismo que
yo y una vez casi nos chocamos. Cuando nos cansamos de presumir de nuestros
caballos nos detuvimos delante de Chemi y le preguntamos:
-¿Qué te ha
parecido? –Chemi aún nos seguía mirando con la boca abierta formando una gran
“O” y con los ojos como platos.
-¿Que qué me
ha parecido? Que vuestros caballos son alucinantes. –dijo, tras recuperarse de
su shock.
-Ya lo
sabíamos. –dijimos los dos a la vez de broma. –Ja, ja, ja.
-En cualquier
caso, por muy alucinantes y buenos que sean en la doma clásica, estos caballos
no valen para el raid. –dijo, más seriamente, en tono de profesor.
-¿Por qué no?
–preguntamos al unísono.
-Porque la
doma no exige tanta resistencia y por tanto estos caballos no aguantarían una
carrera ni de 40 km. Sin embargo, este campeón –le dio una palmadita en el
cuello a Furia- tiene pinta de que sí. –Daniel bajó la cabeza, avergonzado, no
tenía ningún caballo de raid, sólo tenía a Ulises y a los caballos de Stacy,
pero ninguno era de raid sólo eran caballos dóciles para aprender a montar y
alguno sabía algo de doma clásica y de salto para iniciarles a los niños en doma clásica y en salto.
-Yo no tengo
ningún caballo de raid. –susurró Daniel, como si se arrepintiera de ello.
-Bueno, no
pasa nada, Daniel, hoy no les vamos a forzar mucho porque primero tengo que
enseñaros a vosotros, más adelante empezaremos a entrenar en serio. Puedes
montar con Ulises de momento, pero ve buscando un caballo para comprártelo.
Además, tengo la impresión de que estos caballos son muy veteranos.
-La verdad es
que sí, Rayo tiene 16 años. – dije yo en su defensa. –Pero Ulises tiene 11
todavía, es bastante más joven que Rayo.
-Vaya, pues no
se nota, Rayo parece joven.
-Ya lo sé, le
cuido muy bien. Ja, ja, ja. -Me reí y Chemi se unió a mi risa, Daniel volvió a ser
dueño de su orgullo, le había salvado el pellejo.
-Bueno,
empecemos por lo básico.
Pasamos toda
la tarde montando hasta el anochecer y yo aprendí muchas cosas de raid, la
verdad es que me gustaba mucho. Daniel en cambio se aburría un poco, pero fue
yendo a las clases siguientes para ver si la cosa era más emocionante.
Hubo un día en
el que Chemi no vino en su coche, sino que también trajo un remolque.
-He traído dos
caballos, uno para mí y otro para Daniel, hoy vamos a dar nuestro primer paseo.
–explicó. –Daniel, espero que sepas apreciar el caballo que te voy a prestar y
si quieres te lo puedo vender, aunque eso tendría que negociarlo con Stacy.
–Sacó un nervioso caballo árabe completamente negro, que no paraba de moverse,
incluso Chemi estuvo a punto de recibir un coz que le hubiera dejado sin
sentido. Lo soltó en la pista para que se desahogara y después nos explicó:
-Daniel, hoy
te pondré a prueba. Este semental tiene 5 años, se domó hace poco y es muy
nervioso, no sólo porque es árabe sino también porque su carácter es así y por
eso es perfecto para el raid. Sin embargo, tienes que tener mucho cuidado,
cualquier movimiento en falso podría suponerte una caída dolorosa. –Daniel se
estremeció de miedo. –Pero yo confío en ti, debes confiar en él, porque si tú
confías en él, él confiará en ti. Pero para que te tranquilices un poco, si
quieres le puedes dar cuerda antes de salir para que se canse y no tenga tanta
fuerza.
Daniel cogió
un cabezal y una cuerda (la traya no le hacía falta) y se acercó a la pista
donde el semental estaba corriendo de un lado para otro. Entró en la pista con
cuidado pero retrocedió al ver que no podría alcanzar al caballo.
-¿Cómo le
alcanzo? –preguntó a Chemi.
-No te
acerques tú, deja que él se acerque a ti.
-Pero si no me
hace caso.
-Quédate
quieto en el centro de la pista y no te muevas, ya verás que le entrará
curiosidad y se acercará a ti. –Daniel, temeroso volvió a entrar en la pista y
se situó en el centro. El caballo siguió a su bola, corriendo de allá para acá
sin hacerle el mínimo caso. Daniel quiso llamarle y chasqueó la lengua para
llamarle la atención. Inmediatamente, el caballo dio un parón y dobló al cuello
para mirarle. Daniel le aguantó la mirada y se quedaron los dos como estatuas
durante unos segundos. Luego, el caballo siguió corriendo.
-Muy bien,
Daniel, ya ha notado tu presencia. Vuelve a llamarle a ver si se decide de una
vez.
-¿Cómo se
llama?
-Diablo.
-Bonito
nombre. –Daniel volvió a chasquear la lengua y el caballo volvió a mirar,
acercándose poco a poco. Por fin, Daniel le pudo poner la cabezada y empezó a
darle cuerda. Al principio, empezó a galopar muy rápido y Daniel apenas le podía
controlar. Cuando por fin pudo ponerle al trote, el caballo daba coces y tenía
un paso muy irregular. Pero Daniel le podía controlar y eso era bueno. Pasaron
15 minutos y Diablo empezó a sudar y a respirar bastante rápido. Chemi dijo que
era suficiente y que procediera a ensillarle.
Cuando
estuvimos listos, Daniel iba bastante incómodo y desconfiado y Diablo sólo
quería librarse de Daniel. Pero Daniel aguantó los botes y le escarmentó y
pronto Diablo empezó a comportarse medianamente bien. Chemi iba sobre un
caballo blanco bastante tranquilo, era hispano árabe pero Chemi le había domado
bien y era muy tranquilo. Yo iba sobre Furia que parecía un poco más regordete
en comparación con los árabes y se cansó antes que ellos. Hicimos varias
carreras y ganó Chemi obviamente mientras nos daba consejos. Su caballo apenas
se cansaba y Diablo se cansaba un poco más porque siempre estaba peleando con
Daniel para que no le controlase. Cuando volvimos todos estábamos destrozados,
no sólo los caballos, sino también nosotros y Daniel estaba cansado de pelear
contra Diablo. Sólo Chemi y su caballo seguían como si no hubiese pasado nada.
Mientras volvíamos, ya paseando tranquilamente, Daniel y yo le preguntamos:
-¿Cómo puede
ser?
-¿El qué?
-Que vosotros
dos estéis tan frescos después de las carreras.
-Experiencia.
-Ya veo…-De
repente, Diablo echó a correr hacia un tronco tumbado. Daniel le intentó parar
pero no pudo, iban directos al grueso tronco caído y cuando llegaron… Diablo
voló sobre él mientras Daniel caía. Afortunadamente, llevaba casco y chaleco, y
no se hizo mucho daño. Chemi me dijo:
-Ve a por
Diablo antes de que se pierda. Yo me quedaré aquí con Daniel. Date prisa. –Salí
con el poderoso galope de Furia siguiendo las huellas que había dejado Diablo y
oyendo sus relinchos a lo lejos. Era muy improbable que le pudiese alcanzar,
estaba muy lejos y era muy rápido. Furia no podría alcanzarle ni en mil años. Y
si se perdía, Chemi no me lo perdonaría nunca…
lunes, 17 de febrero de 2014
Libertad
Siento que poco a poco voy subiendo las escaleras que me llevarán a lo alto del rascacielos donde se encuentra mi gran y único sueño. Siento que poco a poco voy aprendiendo cada vez más, soy capaz de hacer más cosas de las que nunca hubiera pensado que sería capaz de hacer. Siento que puedo vislumbrar la luz que se esconde al final del oscuro túnel. ¿Por qué siento esto?
He tenido muchas experiencias con muchos caballos, he descubierto nuevas sensaciones al galopar con cada uno de ellos, sin embargo, hay un caballo especial (aunque todos son especiales). No sabría decir cuál es mi caballo favorito, pero sí sabría decir con qué caballo he aprendido más. Con aquel caballo que sea más difícil de manejar, más difícil de controlar y de hacerle galopar. Y ese es Paquirrín (sí, vaya nombre que tiene, pensaréis xD). Pequeño pero matón. Cada vez que intentaba galopar con él, no lo conseguía, se ponía a dar botes y coces y al final no conseguía mi objetivo. Hubo un día en que me caí porque se asustó y yo iba a pelo, pero luego, una vez que nos pusieron la silla, conseguí galopar con él por primera vez en mi vida (ya había galopado antes pero no con él, porque con él nunca lo conseguía). Pensé: "La caída ha valido la pena". Un mes más tarde le volví a montar. Lo intenté hasta que conseguí galopar con él. Ya sabía el truco y era este: Aguantar el bote que da, darle otra patada, entonces él galopa después del bote. Conseguí dar varios trancos con él, era la primera vez en mi vida que galopaba tanto sin parar. En esos momentos me sentí más libre que nunca. Me sentí la persona más afortunada del mundo. Y ahora amo a Paquirrín. Es el caballo con el que más he aprendido. Porque con él he podido sentirme libre.
Y es que libertad es poder galopar sin parar, sintiendo tus propios latidos y tu propia respiración y la del caballo, sintiendo el movimiento del caballo, de su comodísimo galope, sientiendo tu pelo levantado por el viento y la velocidad, sientiendo que puedes alcanzar las estrellas con solo alzar las manos...
domingo, 16 de febrero de 2014
Capítulo 20
Este capi es un poco más largo de lo normal pero, aún así, espero que os guste ;)
Después
de comer, fuimos a la entrega de premios. Me entraron muchas ganas de llorar,
yo debería de estar allí, si no hubiese sido por ese estúpido gato y ese
estúpido ratón, yo hubiera estado allí, a la entrega del segundo premio. Daniel
también estaba muy triste, no había ganado ninguna medalla, y sólo por unos
pocos puntos. Ese no era el mejor día de nuestra vida. Yo sólo esperaba que
Rayo se recuperase pronto. El veterinario me había dicho que se le había
infectado la herida y que tenía que darle el antibiótico cada 4 horas, cosa que
a Rayo no le gustaba para nada y no paraba de moverse.
Cuando entregaron la medalla al
segundo, no pude resistir más y me fui a la cuadra con Rayo para cuidarle. No
podía aguantar más, no podía ver cómo otras personas se llevaban el premio que
yo me merecía mientras Rayo estaba sólo en su cuadra, sin nadie que le cuidase.
Así pasé todo el día, aunque Daniel me visitó, pero no me habló, sabía que no
era el momento, sabía que necesitaba tiempo para recomponerme y ver cómo Rayo
se recuperaba poco a poco. No podíamos trasportar a Rayo de vuelta a casa, no
con el casco sangrando. Según el veterinario, tendríamos que esperar dos
semanas para el viaje y otras dos semanas para poder volver a montarle, cuando
ya estuviera recuperado del todo. Ese tiempo se me haría una eternidad porque
no podía estar un mes sin montar. Pero Daniel logró convencerme de que fuese a
dar un paseo a pelo con él, los dos juntos en su caballo palomino.
-Tranquila, seguro que Rayo se recupera
pronto.
-Pero…pero, ¿y si no es así? ¿Y si se
le empeora y se le vuelve a infectar, y si le tienen que operar la pata y nunca
puede volver a andar? Y si…le sacrifican.
-¡Pero mujer! Qué imaginación tienes.
No le va a pasar nada, es sólo una simple herida, no pasa nada, deja de ser tan
pesimista y empieza a ver el lado bueno de la vida.
-¿Qué lado bueno?
-Estás aquí conmigo, montando a
caballo, ese es el lado bueno.
-Sigue sin convencerme.
-Bueno, ya verás, en cuanto volvamos y
le vuelvas a montar te cambiará la cara.
-Sí, pero ya no será lo mismo. He
tenido la oportunidad de ganar las Olimpiadas, sé que parece egoísta pero me da
mucha pena tener que retirarme.
-A todo el mundo le da pena, no eres la
única. Yo me he quedado a un paso de la medalla pero no la he conseguido, si
eso te consuela.
-Pues la verdad es que sí. –me reí y él
se quedó con cara de “¿perdona?”, algo que me hizo más gracia aún. Volvimos a
los establos, ahora ya con mejor humor. Bueno, y no tengo mucho más que contar.
Las dos semanas se me hicieron eternas, estaba con Rayo la mayoría del tiempo y
veía cómo mejoraba cada vez más, incluso algunas veces le sacaba de la cuadra
al picadero para que anduviera un poco, el veterinario me había dicho que ya
estaba en condiciones de empezar la recuperación y fue allí cuando di saltos y
gritos de alegría, Rayo se estaba recuperando, Daniel tenía razón, a veces
había que ver el lado bueno de la vida. Volvimos a casa en el coche y Rayo en
el remolque. Íbamos despacio y por zonas donde no había baches, evitábamos los
frenazos para que Rayo no se hiciera daño en la pata. Tardamos más que al
volver, ya que había que ir con más cuidado. Mis padres vinieron conmigo en el
coche, junto con María y Stacy, yo iba en el remolque con Rayo, siempre junto a
él, no me podía separar ni un minuto.
Daniel vivía en el club hípico donde
hice mi primer concurso, pero se vino a vivir con Stacy, con María y conmigo, y
también vino su caballo palomino.
Llegamos, nos instalamos otra vez en
casa, Rayo en la cuadra, ya podía andar un poco, pero cojeando. Yo estaba muy
contenta y a la vez muy triste, depende de lo que pensase. Había tirado por la
borda todas mis esperanzas. Las Olimpiadas no se celebrarían otra vez hasta
dentro de cuatro años y para entonces Rayo no estaría para tantos viajecitos y
mucho menos para competir a nivel internacional. Podría hacer concursos, pero
no podría volver a las Olimpiadas con Rayo. Y yo sólo quería ir con Rayo, con
ningún otro caballo, por bueno que fuese.
A veces me preguntaba, ¿qué iba a ser
de mí cuándo Rayo no estuviese allí? Me quedaba mucha vida por delante, a Rayo
también le quedaba mucha, pero no lo mismo que la mía, yo quería que durásemos
los dos juntos para siempre. Pero sabía que nadie puede alcanzar la
inmortalidad. Y pensaba en eso a veces, pensaba en qué haría cuando Rayo ya no
estuviese conmigo. Aunque eso estaba muy lejano aún, no había que preocuparse
de eso, sino del presente. Pero me aburría mucho porque no podía montar a
caballo y por mi cabeza pasaban muchos pensamientos, este era uno de ellos.
Por fin pasaron las dos semanas y por
fin pude volver a montar a Rayo, que ya estaba plenamente curado y podía andar
perfectamente, incluso podía saltar. Yo seguía deprimida por haber
desperdiciado tal oportunidad. Una vez, quise recordar ese momento e hice la
reprise que tenía preparada para el último concurso, pero sin que nadie me
viese. Cuando terminé, Daniel, que me había estado espiando, dijo:
-Aunque no hayas ganado las Olimpiadas,
sigues siendo mi campeona. –Esa frase quedó en mi mente para siempre y ya no
volví a pensar más en mi fracaso.
Daniel y yo estábamos muy felices
juntos y me daba la impresión de que estaría siempre a su lado. Pasaron 5 años,
hice varios concursos y varios mundiales también. En uno de ellos quedé primera
y salí en los periódicos. Unos reporteros me hicieron una entrevista que salió
en la tele. Y casi sin darme cuenta, me hice famosa en el mundo ecuestre. Los
jóvenes jinetes venían a visitarme para que les diera clase y por fin, el club
hípico de Stacy, volvió a tener clientes, cosa que al principio no era así,
incluso en algunos momentos Stacy dudó en si vender el club o no.
Afortunadamente aguantó a duras penas.
Dábamos clases en grupo todos los días,
Daniel y yo les enseñábamos doma clásica y María les enseñaba salto. Ella
también había hecho varios campeonatos y mundiales, aunque sólo había
conseguido 5 medallas de bronce y 2 de plata.
En uno de mis paseos a pelo con Daniel,
que dábamos por la tarde, después de las clases con los niños, pasó algo.
Escuché un relincho y no era el de Rayo ni el del caballo palomino de Daniel.
Fui en dirección al relincho, que ya no se volvió a repetir. Y entonces vi a un
caballo apalusa, intentando encontrar algún hierbajo verde y rico en
nutrientes, cosa que era muy difícil, porque en esos tiempos, la hierba era
amarillenta y escasa. Estaba extremadamente delgado, las crines las tenía muy
largas, y tenía varias heridas en las patas, algunas le sangraban. Le dije a
Daniel que se mantuviese lejos del caballo y que sujetase a Rayo. Desmonté y me
acerqué al apalusa con cuidado de no hacer ruido y muy despacio. Él seguía en
su tarea, y por tanto no se movió. Levanté la mano despacio para acariciarlo,
pero en cuanto notó mi tacto, se asustó, pegó un bote y echó a correr todo lo
que sus delgadas y heridas patas le permitieron. No aguantó mucho y se derrumbó
en el suelo, asustado. Estaba claro que no le gustaban los humanos. Me acerqué
a él, cautelosamente, él intentó levantarse de nuevo, pero no pudo, yo notaba
cómo su pecho subía y bajaba muy rápido, tenía miedo.
Esta vez le hablé, hablé despacio y
bajito:
-Tranquilo, chico, no te haré nada,
tranquilo.
Puse mi mano en su huesudo cuello y le
acaricié. Él se fue tranquilizando poco a poco. Le puse mi mano en su hocico
para que me oliese y examiné su estado. Tenía varias heridas y algunas eran
bastante profundas, estaba muy débil y por tanto no podía levantarse, ni tan
siquiera andar. Cuando ya estaba tranquilo, llamé a Daniel para que se acercase
y me ayudase a levantar al caballo. Ató a los caballos junto a un árbol y se
acercó. Le cogió por la cola y yo me puse delante, chasqueé la lengua y le di
unos golpecitos con la fusta que traía. El caballo intentó levantarse pero no
pudo. Lo intentamos como 20 veces más y por fin conseguimos que se pusiese en
pie. Le abrecé el cuello y le di unas palmaditas como premio. Afortunadamente,
traía una manzana conmigo y se la di para que comiese un poco. La devoró en
unos pocos segundos con ansia, se notaba que tenía mucha hambre, pero ya no
tenía más comida. Anduve un poco con él, para ver si estaba en buen estado y
llamé a Stacy para ver si podía traer un remolque o algo y venir a rescatarlo.
-Estáis en un bosque muy denso, hay
muchos árboles y el van no va a poder adentrarse en el bosque. Tenéis que
intentar llevarlo hasta las afueras, iré para allá en unos minutos, quedamos
allí. –me dijo Stacy.
Parecía que el apalusa no podía dar ni
un paso más, parecía que en cuanto el viento soplase se le iba a llevar volando
de lo frágil que se le veía. Sin embargo, no hacía más que seguirme. Si me iba
hacia un lado él me seguía y si me iba hacia el otro lado, también me seguía.
Eso me pareció muy divertido, pero me di cuenta de que estaba agotando todas
sus energías así que, en vez de jugar fui andando hacia las afueras del bosque,
mientras Daniel me seguía, llevando a los caballos. Una vez fuera del bosque,
metimos al apalusa en el remolque, cosa que nos costó mucho, porque no le
gustaban los espacios cerrados. Lo conseguimos tras 15 minutos de paciencia e
insistencia. Al parecer el apalusa tenía genio. Mientras íbamos de camino a
casa, pensé en un nombre para él. Daniel me dijo varios pero ninguno me
gustaba, al final me decidí por llamarle Furia, por el carácter que tenía.
Llegamos a la hípica, le puse una cabezada de cuadra, le cepillé, le limpié las
heridas y les eché vetadine, le limpié los cascos, le esquilé y le corté las
crines, le di de comer y le dejé tranquilo en su cuadra.
Pasó un mes, Furia fue engordando y las
heridas se le fueron curando y yo empecé a montarle. Stacy calculó que tendría
6 años y por tanto estaba domado, pero seguramente le habrían tratado mal y
hacía mucho que no le montaban, así que tenía que volver a empezar de cero, lo
que me costó unas cuantas caídas por mi parte, aunque no me hice daño. Furia y yo nos hicimos grandes
amigos. Cuando conseguí que se acostumbrase a ser montado, le montaba a pelo,
le enseñé a saltar hasta un metro y le enseñé muchas cosas de doma clásica.
Como ya no podía competir con Rayo, porque tenía 16 años, sólo le montaba,
seguía dando mis paseos con él, seguía haciendo pequeños concursillos por la
zona, pero nada serio. Rayo ya estaba retirado de las competiciones, pero aún
seguía corriendo como un loco, y estaba en plenas condiciones, es sólo que su
corazoncito ya no era tan fuerte como antes y sus músculos ya no estaban en su
plenitud. De alguna forma, enseñarle todos esos trucos de doma, me recordaba a
cuando se los enseñaba a Rayo, eso era algo que me hacía sentir muy feliz,
revivir otra vez esos grandes recuerdos. A Furia le gustaba mucho aprender,
aunque no le gustaba que le reuniese, él no tenía paciencia ni elegancia, sólo
quería correr y correr. El salto tampoco es que se le diera muy bien, no
levantaba las patas lo suficientemente alto como hacer un salto limpio. Yo ya
no sabía qué hacer con él. Era un caballo único y especial, pero no se le daba
bien nada. Consulté con Stacy para ver qué podía hacer:
-Marta, hay muchas más modalidades
aparte de la doma y el salto.
-Ah, sí, pues no lo sabía, ¿por qué no
me lo has dicho antes?
-Estabas tan entusiasmada con la doma
que no querías aprender nada más. -Se rio al recordar aquellas clases.
-Eso no es verdad. –dije en tono
bromista.
-Sí que es verdad. –me sacó la lengua.
-Bueno, que nos desviamos del tema.
¿Qué más modalidades hay?
-Hum… Dices que a Furia le gusta
correr, ¿no?
-Así es.
-Pues puedes probar con el raid.
-¿En qué consiste el raid?
-Pues es una carrera, pero no una
carrera de velocidad, puedes probar con las de velocidad pero no creo que te
guste pegarle con la fusta, así que el raid es una carrera de resistencia,
normalmente se corren entre 100 y 200 km, y el caballo tiene que tener mucha
resistencia y el jinete debe saber cómo gastar las energías de su caballo para
que dure durante toda la carrera, tiene que saber cuáles son sus posibilidades
y adaptarlas al ritmo de la carrera.
-Parece perfecto para Furia…
-Bueno, pues
voy a llamar a un profesor de raid para que venga a instruirte. Mañana ya te
digo si puede o no venir, hasta entonces aguántate las ganas.
-A esperar…
lunes, 10 de febrero de 2014
Capítulo 19
Al
día siguiente siguió lloviendo, como sospechaba, y tuvimos que hacer el
concurso en la pista cubierta, que era un poco más pequeña que la exterior,
pero aun así, bastaba. Seguía ilusionada y como siempre, y no recordaba que
hubiera quedado con mis padres, pero me llamaron para que no se me olvidase ir.
Cuando llegué al parque, ya me estaban esperando. Nos sentamos en un banco y
decidimos ir a un bar, para hablar mientras nos tomábamos algo. Mis padres ya
empezaban a asomar varias canas en sus cabellos y su rostro enseñaba algunas
arrugas.
-Y… ¿cómo habéis llegado hasta aquí?
-Mejor empezamos por el principio.
–comenzó mi madre. –Cuando te fuiste, estábamos muy preocupados. Llamamos a la
policía y te buscamos por todas partes, pero no te encontramos. Al cabo de un
mes, decidimos que era mejor así, no te podíamos mantener, ya que habían
despedido a tu padre y a mí me pagaban muy poco. Así que seguimos con nuestra
vida normal. Pero nos faltaba algo. Pasaron unos cuantos años (ya perdí la
cuenta), y nos dimos cuenta de que no podíamos vivir sin ti, le faltaba algo a
nuestro corazón, nos faltabas. Estábamos muy tristes, llorábamos cada día,
apenas hablábamos con los vecinos y con la familia. Seguimos así, las
Olimpiadas se avecinaban y un día, cuando estábamos haciendo zaping en la tele,
te vimos por casualidad. Dijimos que no podía ser, que estaríamos alucinando,
que nuestras ganas de recuperarte y nuestra imaginación nos habían jugado un
mala pasada, sin embargo, cuando pusieron la clasificación y vimos tu nombre…
No lo dudamos ni un momento. Buscamos información sobre en qué hotel te
alejabas, hicimos las maletas y vinimos aquí para apoyarte en tu carrera
ecuestre y animarte a que ganaras las Olimpiadas. Y bueno, esto es todo, ahora
que estamos aquí, nos alegramos mucho de encontrarte. –Mi madre me empezó a
comer a besos como si fuese una niña pequeña, al principio me reí pero luego la
aparté porque si no la gente nos empezaría a mirar y pareceríamos unas bobas.
-¿Sabéis quién es el caballo que monto?
¡Es Rayo, el hijo de Trueno, el caballo que iban a matar porque no eran capaces
de domarle! Pero yo conseguí domarle y convertirle en un campeón. Es mi
campeón.
-Vaya, hija, te has convertido en una
verdadera amazona. –sonrió mi padre.
-Sí, y ahora que me acuerdo, gracias
por alejarme de mi destino desapuntándome de la hípica.
-Oh, cariño, no queríamos hacerte daño,
es sólo que con nuestra situación económica, no nos lo podíamos permitir, ya te
lo dijimos. A veces la vida no es justa. Demasiadas veces, diría yo. Pero lo
que importa es el presente, no el pasado, así que olvídalo ya y disfruta este
gran momento. –me consoló mi madre.
-Lo entiendo, no sé por qué tiene que
ser todo tan injusto.
-Bueno, ya es hora de que nos cuentes
qué has hecho todo este tiempo y cómo has llegado a las Olimpiadas.
Les relaté mi escapada, mi llegada al
primer club, mi segunda escapada, mi encuentro inseparable con Stacy, mi
aventura con María en la que conocí a Dani…
-Y ahora Daniel es mi novio y soy muy
feliz con él.
-Oh, cariño, qué mayor te has hecho que
hasta tienes novio.
-Pues claro, mamá, ya es hora de que
tenga, ¿no crees? –nos reímos. Seguimos hablando sobre cómo nos había ido en
estos últimos años. Teníamos mucho que hablar y nos lo pasamos muy bien, casi
no nos dimos cuenta de que estaba anocheciendo y de que me tenía que ir a
acostar, porque mañana me tocaba madrugar. Sólo quedaban 3 concursos y se
decidirían los ganadores. Iba 2ª en la clasificación general, aunque era
imposible que quedase primera, ya que la mujer con ese gran caballo blanco que
montaba, eran más que espectaculares y nadie les superaría. Así que hice dos
concursos más pero cuando íbamos a hacer el último concurso, la mañana antes
del concurso pasó algo.
Fui a la cuadra de Rayo para
prepararle, le cepillé, le trencé las crines y la cola, le limpié los cascos y
entonces vi que tenía una herida. Le salía sangre, seguramente se habría
asustado por la noche al ver al gato que siempre rondaba por las cuadras, y se
habría golpeado contra pared, mientras daba patadas. Maldecí para mis adentros.
No podía ser. Justo el último día, el día definitivo, el día en el que se
decidiría mi destino. Estaba claro que Rayo no podría competir. Le limpié le
herida, le puse vetadine y le vendé el casco. Después, fui a hablar con Stacy y
le dije que tenía que retirar a Rayo. Así que fui a las gradas para ver el
concurso y ver cómo mis últimas esperanzas se iban por la borda.
Vi cómo Daniel se sorprendió y se
preguntó dónde estaba, pero en ese momento no podía distraerse. Quedó cuarto,
muy cerca del segundo, se quedó a un paso de la medalla. Él también estaba
bastante triste. Pero el lado bueno es que quedar 4º de 50 concursantes era
algo insólito, era todo un logro. Esa tarde, Daniel fue a las cuadras y me vio,
porque yo estaba con Rayo, vigilando que la herida no sangrase y controlando
que no se hiciera daño. Estaba llorando.
-Lo siento. -me dijo.
-No tienes la culpa, la culpa la tiene
ese dichoso gato, que asustó a Rayo. No sé qué hizo para asustarle, él siempre
está tranquilo y no le asusta nada de lo que pasa a su alrededor, algo muy
gordo tuvo que hacer el gato. Por cierto, ¿dónde está ahora? Es raro que no
esté aquí. –Justo en ese momento apareció el gato, en persecución de un pequeño
ratón. Daniel y yo nos reímos a carcajadas, sabíamos que los ratones vuelven
locos a los gatos. El ratón se metió en un agujero que estaba arañado y parecía
que se fuese a derrumbar la pared si la rozabas. El gato lo empezó a arañar y
se oyó un estruendo al otro lado. Daniel y yo nos tapamos los oídos. ¿Qué había
allí? Cuando ya no se oyó nada y el gato se fue corriendo, asustado por el
ruido, nos acercamos y, con cautela, metimos la mano en el agujero. De repente,
notamos que nos mordían los ratones. Allí había una gran familia de ratones.
Avisamos al mozo de cuadra e inmediatamente llamó por teléfono. Unos minutos
después vinieron unos señores y nosotros nos tuvimos que ir, algo que no nos
agradó porque nos había entrado mucha intriga sobre lo que había allí dentro.
domingo, 9 de febrero de 2014
¡Nuevo blog!
He creado un nuevo blog, en la presentación explico de qué va a tratar el blog, así que pasaros, por favor y si os gusta, seguirme. Gracias :) http://novelakar.blogspot.com.es/
Aprovecho también para decir que en la historia de caballos, Marta va a las Olimpiadas con 15 años en vez de con 17, cuando Rayo tiene 11 años en vez de 13. Es que pensaba que había que ser mayor de edad para participar en las Olimpiadas pero ya veo que no. jajaj xD
Aprovecho también para decir que en la historia de caballos, Marta va a las Olimpiadas con 15 años en vez de con 17, cuando Rayo tiene 11 años en vez de 13. Es que pensaba que había que ser mayor de edad para participar en las Olimpiadas pero ya veo que no. jajaj xD
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