Dejaros llevar por el contenido de este blog, introduciros en mi mundo, olvidaros de todo y empezad a soñar conmigo.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Capítulo 2 (Un puente hacia la libertad)

Al día siguiente vino mi padre. Y me dio una sorpresa enorme, ya que traía consigo un peluche con forma de caballo. Por lo que aprendí en el documental era un caballo tordo, casi tan grande que apenas me cabía en los brazos. Lo abracé todo lo que pude y me lo acurruqué contra el pecho. Cuando me recuperé de la sorpresa le pregunté a mi padre:
          -¿Cómo? ¿Por qué? –Reí.
        -¿Te gusta? –Me preguntó mi padre con una sonrisa en los labios.
          -¡Me encanta! –Exclamé. –Pero, ¿por qué?
       -Porque me he enterado de que te gustan los caballos, ¿no es así? –En ese momento, mi madre apareció ayudada por dos muletas en la puerta. Sonreía.
          -¡Mamá! ¿Se lo has dicho por mí?
          -Pensé que te haría ilusión.
         -Muchas gracias, de veras, es el mejor regalo que me han hecho en la vida.
         -El médico ha dicho que te vendría bien ir a montar a caballo para ir recuperando y ejercitando la mente. Dice que en la equitación se desarrolla mucho la coordinación, la destreza y la habilidad y que te vendría muy bien. Y también irás recuperando la confianza en ti misma.
            -¿Cuándo podré ir a montar?
          -Todavía no, quizá la semana que viene. Pero estamos en septiembre y pronto empezará el cole y tienes que practicar a leer, así que tu madre leerá todas las noches contigo, ¿vale?
            -Jo, yo no quiero ir al cole.
            -Pero tienes que ir. –De repente, el rostro de mi padre se puso serio.
          -Vale, pero voy al cole a cambio de ir a montar a caballo.
            -De eso nada, jovencita. Independientemente de si vas a montar o no tendrás que ir al cole.
            -Está bien.
            -Bueno y ahora me voy, que tengo que ir a trabajar.
        La verdad es que no fue una despedida muy feliz, incluso mi madre se fue triste a la cama y esa noche no leímos. Simplemente hablé con mi compañera de todo lo que había pasado y lo comentamos. Por la noche, quería hablar con mi madre. Así que fui a su habitación. Estaba leyendo un libro que le había traído mi padre. Le pregunté:
           -¿Estás enfadada?
           -Yo no, pero tu padre sí.
         -Es que estoy tan ilusionada por lo de ir a montar que no había pensado en el cole.
           -Pues te tienes que poner las pilas porque no vas a ir a montar si no practicas la lectura.
           -Eso no es justo. Sabes que a mí no se me da bien leer.
         -Por eso te tienes que poner las pilas. Mira, esto no es un castigo, sólo tu deber. Es lo que tienes que hacer y lo que hace todo el mundo.
          -Me voy a dormir. Gracias por la charla. –Puse cara de sarcasmo.


            -De nada. –Se rio. 

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