Dejaros llevar por el contenido de este blog, introduciros en mi mundo, olvidaros de todo y empezad a soñar conmigo.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Capítulo 1 (Un puente hacia la libertad)

De repente, se oyó un pitido de un coche, que hizo que me sobresaltara. Al instante, vimos una furgoneta que salió de la nada y se cruzaba por nuestra carretera. Mi madre no tuvo tiempo de frenar, y sin poder evitarlo, nos chocamos. Me di un fuerte golpe contra la ventana, aunque llevaba el cinturón puesto, y seguidamente, perdí el conocimiento.
            Me desperté en el hospital. Estaba todo oscuro y no podía ver nada, sólo apreciaba siluetas que se movían por el pasillo de vez en cuando. Me dolía la cabeza y me toqué donde me había dado el golpe. Descubrí que llevaba puesta una venda. Un escalofrío me recorrió la espalda. Recordé la escena del accidente. No sabía de quién era el otro vehículo. No sabía si mi madre estaba bien, no sabía dónde estaba nadie. Y fue entonces cuando descubrí que tenía una compañera de habitación. Estaba dormida, pero se había despertado, por mi respiración agitada.
            -Siento haberte despertado. –La dije tímidamente.
            -No pasa nada. –Me respondió ella, mirando hacia la ventana.
            -No sé cuánto tiempo he estado durmiendo, pero ya no estoy cansada y no sé qué hacer.
            -Aquí el tiempo pasa muy lento cuando estás despierta, pero muy rápido cuando duermes. Te vi el otro día. Una ambulancia te trajo aquí. –Estaba muy tranquila, como si eso de que una ambulancia te traiga al hospital fuese muy normal.
            -¿Cuándo? –La pregunté.
            -Hace dos días. –Ella seguía mirando a la ventana.
            -¿He estado durmiendo dos días?
            -Al parecer, sí.
            -¿Sabes dónde está mi madre?
            -Está en la habitación de al lado. Supongo que estará durmiendo. Te recomiendo que no la despiertes. Ella no se ha hecho gran cosa, sólo se ha roto un tendón de la pierna. Si no la despiertas, no sufrirá. –Y señaló a la pared.
            -Quiero ir a verla.
            -Mañana. Ahora debes descansar.
            -He estado descansando dos días. ¿Es que te parece poco?
            -No, pero tienes una hemorragia en la cabeza. Menos mal que no se te ha llegado a infectar. Los médicos te la curaron, pero debes estar en reposo un mes.
            -¿Un mes? Jolín. ¿Tú cuánto tiempo llevas aquí?
            -Desde que tengo uso de la razón. Tengo cáncer. Me han operado varias veces, y creo que dentro de dos años podré volver a casa. –Al decir esto, su cara reflejó una expresión de tristeza.
            -Y estás esperando el gran día, ¿no?
            -Sí, aunque aún quedan dos años.
            -¿Cuántos años tienes?
            -12. ¿Tú?
            -Sólo tengo 5 años y es la primera vez que veo un hospital.
            -Yo llevo aquí toda mi vida, por desgracia. Aunque hay veces que el hospital resulta agradable.
            -Pues yo no lo veo nada agradable.
            -Piénsalo. Los médicos nos curan, este es un lugar mágico, un lugar donde se cura a las personas, un lugar en el que los sueños de una persona se pueden hacer realidad. Aunque algunas veces puede resultar siniestro.
            -Ya me lo imaginaba. Bueno, no te quiero molestar más. Buenas noches. –Y con esto, cerré los ojos. No conseguía dormirme, así que decidí ponerme la tele. Para no molestar a mi compañera, me puse los cascos. Era un canal de animales. Estaban echando un reportaje sobre caballos. Me quedé toda la noche viendo ese canal. Aprendí muchas cosas sobre caballos, cómo viven en su manada, como se crían,…etc. Me encantó cómo los caballos vivían en libertad. Me enganché tanto que estuve toda la noche viéndolo y ni siquiera me di cuenta de cómo el sol empezaba a alumbrar la habitación. Sólo desperté de mi ensimismamiento cuando una enfermera trajo el desayuno a la habitación y me dijo:
            -Aquí tienes, peque.
            -Muchas gracias.
            -Veo que te has despertado por fin.
            -Sí, me desperté anoche.
            -¿Qué has estado haciendo toda la noche? Veo que te has viciado, ¿no? –Y en su cara se dibujó una sonrisa.
            -Sí, no lo he podido evitar.
            -Estos jóvenes de hoy en día. No hacen más que ver la tele. A saber lo que ven… -Y con esto, dejó las bandejas del desayuno y se fue. Cuando ya no nos podía oír, le comenté a mi compañera:
            -Es maja la enfermera.
            -La verdad es que sí. Ha sido la mejor enfermera del hospital desde que estoy aquí. Es como una segunda madre para mí.
            - ¡Mi madre! ¡Voy a ir a verla ahora mismo! –Me acordé de repente.
            -¡No! ¡Quieta! No puedes irte de aquí.
            -¿Por qué no?
            -Porque no quiero quedarme sola. –Bajó la mirada.
            -Sólo será un momento…por favor… -Mi mirada era triste, estaba suplicándola.     
            -Está bien, pero no tardes mucho, por favor.
            -Te prometo que no tardaré. –Dicho esto, me fui a la habitación de al lado, donde mi madre estaba tumbada en la cama, con un venda en el pie.
            -¿Cómo estás? –Le pregunté.
            -Estoy bien, ahora que me han dado los calmantes. Ya no me duele tanto, además, ya se me está curando. ¿Cómo estás tú?
            -Me duele la cabeza, pero no me he mareado.
            -Eso es buena señal. ¿Sabes qué?
            -¿Qué?
            -Hemos cogido a un ladrón.
            -¿Cómo?
            -Lo que oyes. Hemos capturado al ladrón. El señor con el que nos chocamos, llevaba una carga de 10 kilos de oro puro en su furgoneta. Nos chocamos con él  y nos hemos convertido en heroínas. Aunque nos ha costado caro.
            -¿En serio? ¿He salvado al mundo?
            -No, no. Bueno, en cierto modo sí. Era uno de los ladrones más peligrosos del mundo. Ya lo han detenido.
            -Me alegro. ¿Sabes qué he hecho durante la noche?
            -¿Qué?
            -Ver la tele. He visto un documental de caballos. Me ha encantado.
            -Qué bien. Hoy va a venir tu padre.
            -Vale, bueno, si quieres dejo de molestarte y me voy. Además, le he prometido a mi compañera de habitación que no tardaría. Y si papá nos va a visitar, lo mejor será que me vaya. Adiós, mamá.


            -Hasta luego.

1 comentario:

  1. No te puedo dar una opinión todavía, porque este es el primer capítulo.
    En el último te lo diré.
    Un beso.

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